REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA 19-03-16

san jose 2

Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María. Todas las lecturas giran en torno al linaje real, la estirpe de David, de la cual nacería el Mesías esperado.

La primera lectura, tomada del segundo libro de Samuel (7,4-5a.13-14a.16), establece la promesa de Yahvé Dios a David, de que de su descendencia saldrá aquél que “construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre”. De ahí que en el anuncio del ángel a María de Nazaret, este le dice: “El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.

El Salmo (88), uno de los llamados salmos proféticos o mesiánicos, cita el libro de Samuel y, refiriéndose al futuro Mesías, afirma: “Él me invocará: ‘Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora’. Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable”.

La segunda lectura, tomada de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (4,13.16-18), nos remonta a la Alianza de Yahvé con Abraham, quien “creyó contra toda esperanza”, gracias a lo cual obtuvo para sí y su descendencia la promesa de heredar el mundo. “Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros”. Por eso a Abraham se le conoce como el “padre de todos los creyentes” y “padre de la fe”.

La lectura evangélica, tomada de san Mateo (1,16.18-21.24a), nos remite a la profecía de la primera lectura, al relatarnos que “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”. Este pasaje es la culminación de la Genealogía de Jesús que abarca los versículos 1 al 17 del primer capítulo de Mateo. La genealogía abarca cuarenta y dos generaciones (múltiplo de 7) desde Abraham hasta Jesús (v. 17), pasando por el rey David, de cuya descendencia nacería el Mesías esperado.

Debemos recordar que Mateo escribe su relato evangélico hacia el año 80 en Jerusalén para los judíos de Palestina convertidos al cristianismo, con el objetivo de probar que Jesús es el Mesías prometido. Por eso pasa el trabajo de establecer, de entrada, su nacimiento dentro de la estirpe de David. Esto se refleja también en el uso continuo de la frase “para que se cumpliese…”, a lo largo de todo su relato (en los primeros tres capítulos se repite seis veces). Es decir, su tesis es que en Jesús se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento relativas al futuro Mesías.

Culmina el relato con el anuncio del ángel a José, llamándole “hijo de David” y advirtiéndole que: “la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.

Felicidades a todos los José, Josefa y Josefina (incluyendo a mi adorada esposa), en el día de su santo patrono.

REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO 10-12-15

segunda vela Ven Señor Jesús

Seguimos avanzando en la segunda semana de Adviento, y el profeta Isaías continúa dominando la liturgia de este tiempo tan especial. La primera lectura que se nos presenta para hoy (Is 41,13-20), al igual que la de ayer, está tomada del “libro de la consolación” o el “segundo Isaías”, que comprende los capítulos 40 al 55. El libro de Isaías está formado por tres libros de tres autores distintos: El “primer Isaías”, que comprende los primeros 39 capítulos, compuesto principalmente antes de la deportación a Babilonia; el “segundo Isaías” que hemos mencionado, compuesto primordialmente durante el exilio en Babilonia; y el “tercer Isaías”, compuesto durante la era de la restauración, luego del exilio.

Uno de los temas de reflexión del segundo Isaías es la presentación de un futuro escatológico, dentro del marco de referencia del Éxodo, el hecho salvífico y de redención por excelencia para el pueblo judío, una era de portentos y milagros, similar a lo que la vida de Jesús representa para nosotros los cristianos. La lectura de hoy pertenece a ese grupo.

La lectura nos presenta al pueblo de Israel pisoteado y humillado por el régimen opresor: “gusanito de Jacob, oruga de Israel”. Y Dios le dice “Te agarro de la diestra” y “no temas, yo mismo te auxilio”. Dios se compadece de su pueblo humillado y viene en su auxilio. Jesús recogerá ese mismo pensamiento en las Bienaventuranzas, especialmente la de los pobres, los débiles, los pequeños.

La pequeñez de ese pueblo de deportados, que merecen el favor de Dios, la encontramos reflejada en la pequeñez de María, una débil y humilde doncella de Nazaret a quien Dios convirtió en portadora del Misterio de Dios, del Verbo encarnado: “porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora…” (Lc 1,48).

Así mismo, la primera lectura nos dice que: “Tu redentor es el Santo de Israel”, mientras María exclama en el mismo canto del Magníficat: “porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!” (Lc 1,49).

“Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces, juntos. Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado”. Una promesa de abundancia en medio de la necesidad; una promesa de agua abundante en medio de una sed insoportable. No nos podemos dejar llevar por el sentido literal de las palabras. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt 5,6). Lo “pobres” de hoy tampoco tienen sed de agua;  buscan ser amados, acompañados, respetados. “No temas, yo mismo te auxilio”, les dice el Señor.

¿Y cómo los va a auxiliar? ¿Cómo los va a acompañar? ¿Cómo los va a amar? “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,45). Que el verdadero portento de Dios en este Adviento sea que al nacer su Hijo en nuestros corazones, nos convierta en “piedras vivas” de las cuales brote agua en abundancia para saciar la sed de nuestros hermanos, especialmente los más necesitados de su bondad y misericordia. Así todos ellos, junto a nosotros podremos gritar en ese día: ¡Feliz Navidad!