REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA ROSA DE LIMA 30-08-18

Reconstrucción facial de santa Rosa de Lima basado en su cráneo utilizando las más modernas técnicas forenses

Hoy celebramos la Fiesta de Santa Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, patrona de América, India y Filipinas y, al igual que Santa Catalina de Siena, a quien siempre trató de imitar, terciaria dominica. Santa Rosa de Lima también es la patrona del Laicado Dominico de Puerto Rico.

La lectura evangélica que nos ofrece la liturgia propia de la Fiesta (Mt 13,44-46) nos presenta las parábolas del tesoro y de la perla, contenidas en el segundo gran sermón (también llamado “discurso parabólico”) de Jesús, en el cual nos presenta siete parábolas del Reino:

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró”.

Si examinamos estas dos cortas parábolas, tienen un elemento en común: la alegría desbordante de ambos personajes al encontrar el tesoro y la perla, respectivamente. Porque esa es la característica esencial de Evangelio, del anuncio de la Buena Noticia de Reino que se plasma en las Bienaventuranzas. Así, Jesús llama “bienaventurados”, “dichosos”, “felices”, a los que practican las bienaventuranzas. Se trata de la alegría de haber tenido un encuentro personal con Jesús, y haber sentido ese torrente de amor que se derrama sobre nosotros en la forma del Espíritu Santo. Es la verdadera “alegría del cristiano”, la alegría de haber encontrado a Jesús y darle cabida en nuestras almas, descubriendo en nuestras propias vidas la acción de Dios.

Es la alegría que nos permite sonreír en medio de la tribulación, de las persecuciones, los insultos, las pruebas, con la certeza de que Dios nos ama y habrá de hacer buen la promesa de Vida eterna, lo que san Pablo llama “‘la feliz esperanza’ que llena y alegra nuestras almas mientras esperamos confiadamente ‘la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo’” (Tit 2,13).

Jesús nos está diciendo que en la vida del cristiano, del verdadero seguidor de Jesús, no hay nada más valioso que los valores del Reino; tanto que tenemos que estar dispuestos a “venderlo” todo con tal de adquirirlos, con tal de asegurar ese gran tesoro que es la vida eterna. Eso incluye dejar “casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos y campos” por el nombre de Jesús. Y su promesa es generosa, “el ciento por uno” en el presente, y “la vida eterna” en el mundo venidero (Mt 19,27-39; Mc 10,28-31; Lc 18,28-30). Para el que ha encontrado ese “Tesoro”, ya nada más importa.

Rosa de Lima encontró ese gran tesoro que es el Amor de Dios, y ya todo palidecía, todo lo consideraba basura con tal de ganar Su amor (Cfr. Flp 3,8). Por eso, aún durante la larga y dolorosa enfermedad que precedió su muerte, su oración era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”.

Hoy, pidamos la intercesión de Santa Rosa de Lima para que el Señor nos conceda la perseverancia para continuar en el camino hacia la santidad.

REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA DECIMOQUINTA SEMANA DEL T.O. (2) 18-07-18

El evangelio que nos ofrece la liturgia de hoy (Mt 11,25-27) contiene una de mis frases favoritas de Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.

Jesús parece referirse a los “sabios” y “entendidos” de su tiempo (los escribas, fariseos, sacerdotes, doctores de la ley), quienes cegados por su conocimiento de la “ley” creían saberlo todo. Por eso eran incapaces de asimilar el mensaje sencillo pero profundo de Jesús. “Yo les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” (Mc 10,13).

Siempre que leo este pasaje evangélico pienso en Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y terciaria dominica, quien a pesar de ser mujer, sencilla, y analfabeta, logró poseer una profundidad teológica tal que le llevó a ser consejera de papas, haciéndola acreedora del título de “doctora de la Iglesia”. Ella, en su sencillez, logró compenetrarse con el misterio de Dios con la misma intensidad que un niño o niña se lanza en brazos de su padre, al punto que ya nada más existe…

Jesús nos está pidiendo que nos hagamos como niños, para que podamos conocer y reconocer al Abba que Él nos presenta: “nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Por eso escogió sus discípulos de entre la gente sencilla, creyentes que no estaban “contaminados” por el ritualismo y legalismo excesivo de los sacerdotes y fariseos. Escogió la tierra buena sobre la que estaba llena de abrojos (Mt 13,1-9; Mc 4,1-9; Lc 8,4-8).

Dios es difícil de alcanzar, nadie lo ha visto nunca. Por eso nos envió a su Hijo, quien sí le conoce, para que Él nos de a conocer al Padre. Para conocer al Padre tenemos que reconocer nuestra incapacidad de conocerlo por nosotros mismos. Jesús nos ofrece la oportunidad de conocerle a Él a través de su Palabra, y a través de Él al Padre. Parece un trabalenguas, pero el mensaje es sencillo, como aquellos a quienes va dirigido: Él es el “Camino” que nos conduce al Padre; y quien le conoce a Él conoce al Padre (Jn 14,6-7).

Padre, Señor de cielo, en este día te pido que me des la humildad y sencillez de espíritu para reconocer mi incapacidad para conocerte por mí mismo, y para ver el rostro de tu Hijo en todos mis hermanos, especialmente los que más necesitan de tu piedad y misericordia y, a través de Él y de su Palabra, llegar algún día a conocerte.

Así comenzaremos desde ahora a tener un atisbo de ese día en que finalmente le veamos cara a cara: “Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22,4-5).

¡Qué promesa, hermanos!

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA ROSA DE LIMA 30-08-17

“El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le contestó: ‘Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús’”. (CIC 2449).

Aunque la Fiesta universal de santa Rosa de Lima es el 23 de agosto, en muchos países, como el nuestro (Puerto Rico), se celebra hoy. Santa Rosa de Lima fue la primera santa americana canonizada, patrona de las Américas y, al igual que Santa Catalina de Siena, a quien siempre trató de imitar, terciaria dominica. La cita del Catecismo de la Iglesia Católica que hemos transcrito resume la vida y misión de esta insigne santa de nuestra Orden. Santa Rosa de Lima también es la patrona del Laicado Dominico de Puerto Rico.

Santa Rosa supo ver el rostro de Jesús en los enfermos, en los pobres, y en los más necesitados, comprendiendo que sirviéndoles servía a Jesús, y que haciéndolo estaba haciéndose acreedora de ese gran tesoro que es la vida eterna (Cfr. Mt 25,40.46). Comprendió valía la pena dejarlo todo con tal de servir a Jesús.

Durante su corta vida (vivió apenas treinta y un años) supo enfrentar la burla y la incomprensión y combatir las tentaciones que la asechaban constantemente. Su belleza física le ganaba el halago de todos. Con tal de no sentir vanidad y evitar ser motivo de tentación para otros, llegó al extremo de desfigurarse el rostro y las manos. Cuentan que en una ocasión su madre le colocó una hermosa guirnalda de flores en la cabeza y ella, para hacer penitencia por aquella vanidad, se clavó en la cabeza las horquillas que sostenían la corona con tanta fuerza que luego resultó difícil removerla.

La lectura evangélica que nos ofrece la liturgia propia de la Fiesta (Mt 13,44-46) nos presenta las parábolas del tesoro y de la perla (dos de las llamadas “parábolas del Reino” que Mateo nos narra en el capítulo 13 de su relato):

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró”.

Rosa de Lima había encontrado ese gran tesoro que es el amor de Dios, y ya todo palidecía, todo lo consideraba basura con tal de ganar Su amor (Cfr. Flp 3,8). Por eso, aún durante la larga y dolorosa enfermedad que precedió su muerte, su oración era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”.

Cuando leemos las vidas de los grandes santos, nos examinamos y comprendemos lo mucho que nos falta para alcanzar esa santidad a la que todos estamos llamados (1 Pe 1,15). Si ellos, humanos igual que nosotros, con nuestras mismas debilidades, lo lograron, nosotros también podemos hacerlo.

Hoy, pidamos la intercesión de Santa Rosa de Lima para que el Señor nos conceda la perseverancia para continuar en el camino hacia la santidad.

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA 29-04-17

El 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, hice mi promesa perpetua como Laico de la Orden de Predicadores.

Hoy es un día sumamente especial para mí. Hace exactamente once años, el 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y terciaria dominica, hice mi promesa perpetua en el Laicado Dominico, sucesor de la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán. El hecho de que el Señor me haya concedido la gracia de pertenecer a la misma Orden que Santa Catalina de Siena, Santa Rosa de Lima, y otros tantos santos y santas de la Orden que fueron terciarios dominicos, me impone una gran responsabilidad que trato de cumplir a cabalidad. Ruego al Señor, por la intercesión de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán, que me dé la perseverancia para llevar con dignidad el hábito de su Venerable Orden.

Aunque en Puerto Rico es memoria obligatoria, para nosotros los dominicos es Fiesta. Y para esta Fiesta litúrgica nos apartamos momentáneamente de la liturgia pascual, y contemplamos el evangelio según san Mateo (11,25-30), que se divide en dos partes, y que en cierta medida describe la vida y misión de esta gran santa. La primera parte nos permite comprender cómo una mujer, sencilla, analfabeta, pudo poseer una profundidad teológica tal que le hizo acreedora del título de doctora de la Iglesia: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Catalina de Siena nació a mediados del siglo XIV, y desde joven sintió el llamado a la vida virtuosa. En contra de las pretensiones de su padre, quien quería casarla con un hombre adinerado, ella optó por hacer voto de castidad e ingresar a la tercera orden de Santo Domingo, convirtiéndose en terciaria dominica, estado en el que permanecería por el resto de su vida. Vivió su vocación cuidando de los huérfanos, menesterosos y enfermos. Mientras tanto crecía en sabiduría a pesar de que no sabía leer ni escribir.

Su sabiduría la llevó a ser consejera de príncipes, gobernantes y papas, siendo la responsable de que el papa Gregorio XI abandonara su exilio en Aviñón y retornara a Roma. Durante su corta vida sirvió como embajadora y diplomática de al menos dos papas, el mismo Gregorio XI y Urbano XIV, quienes le encomendaron tareas bien delicadas que desempeñó con prudencia, inteligencia y eficacia. Aunque, como hemos dicho, era analfabeta, dictó libros y cartas que manifestaban la profundidad de su pensamiento teológico, el que reflejaba tal comunión con Dios que le permitía escudriñar los misterios de fe que permanecían ocultos a “los sabios y entendidos”.

Tal vez nunca lleguemos a alcanzar el grado de compenetración con el Misterio que santa Catalina logró, pero si nos abrimos al Amor incondicional de Dios, escuchamos Su Palabra, e intentamos de corazón seguir los pasos de Su Hijo, conoceremos la Verdad, y esa Verdad nos hará libres (Jn 8,32). Ese fue tal vez el secreto de santa Catalina de Siena.

Santa Catalina de Siena, ¡ruega por nosotros!…

REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA DÉCIMO QUINTA SEMANA DEL T.O. (2) 13-07-16

jesus con niños

El evangelio que nos ofrece la liturgia de hoy (Mt 11,25-27) contiene una de mis frases favoritas de Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.

Jesús parece referirse a los “sabios” y “entendidos” de su tiempo (los escribas, fariseos, sacerdotes, doctores de la ley), quienes cegados por su conocimiento de la “ley” creían saberlo todo. Por eso eran incapaces de asimilar el mensaje sencillo pero profundo de Jesús. “Yo les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” (Mc 10,13).

Siempre que leo este pasaje evangélico pienso en Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y terciaria dominica, quien a pesar de ser mujer, sencilla, y analfabeta, logró poseer una profundidad teológica tal que le llevó a ser consejera de papas, haciéndola acreedora del título de “doctora de la Iglesia”. Ella, en su sencillez, logró compenetrarse con el misterio de Dios con la misma intensidad que un niño o niña se lanza en brazos de su padre, al punto que ya nada más existe…

Jesús nos está pidiendo que nos hagamos como niños, para que podamos conocer y reconocer al Abba que Él nos presenta: “nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Por eso escogió sus discípulos de entre la gente sencilla, creyentes que no estaban “contaminados” por el ritualismo y legalismo excesivo de los sacerdotes y fariseos. Escogió la tierra buena sobre a la que estaba llena de abrojos (Mt 13,1-9; Mc 4,1-9; Lc 8,4-8).

Dios es difícil de alcanzar, nadie lo ha visto nunca. Por eso nos envió a su Hijo, quien sí le conoce, para que Él nos de a conocer al Padre. Para conocer al Padre tememos que reconocer nuestra incapacidad de conocerlo por nosotros mismos. Jesús nos ofrece la oportunidad de conocerle a Él a través de su Palabra, y a través de Él al Padre. Parece un trabalenguas, pero el mensaje es sencillo, como aquellos a quienes va dirigido: Él es el “Camino” que nos conduce al Padre; y quien le conoce a Él conoce al Padre (Jn 14,6-7).

Padre, Señor de cielo, en este día te pido que me des la humildad y sencillez de espíritu para reconocer mi incapacidad para conocerte por mí mismo, y para ver el rostro de tu Hijo en todos mis hermanos, especialmente los que más necesitan de tu piedad y misericordia y, a través de Él y de su Palabra, llegar algún día a conocerte.

Así comenzaremos desde ahora a tener un atisbo de ese día en que finalmente le veremos cara a cara: “Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22,4-5).

¡Qué promesa, hermanos!

REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA (Y FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA) 29-04-16

El 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, hice mi promesa perpetua en la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán.

El 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, hice mi promesa perpetua en la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán.

Hoy es un día sumamente importante para mí: Fiesta de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, terciaria dominica, y patrona de los Laicos dominicos. También hoy celebro el décimo aniversario de mi profesión perpetua como Laico de la Orden de Predicadores.

Aunque para la Provincia Eclesiástica de Puerto Rico es Memoria obligatoria, para nosotros los dominicos es Fiesta, por lo que contemplamos las lecturas propias de la misma. El año pasado reflexionamos sobre dichas lecturas y la vida de esta gran santa.

Mientras tanto, continuamos nuestra ruta pascual hacia Pentecostés, que está dominada por la acción del Espíritu Santo en Hechos de los Apóstoles y el mandamiento del Amor en el Evangelio según san Juan.

“Esto les mando: que se amen unos otros”. Con este mandato de parte de Jesús comienza y cierra el evangelio para hoy (Jn 15,12-17). Es con este mandamiento que Jesús “lleva a plenitud la ley”, y nos libera de aquella “pesada carga” en que los fariseos y sacerdotes de su tiempo habían convertido la Ley de Moisés. Ya no se trata de un mero cumplimiento ritualista, se trata de entender y cumplir los mandamientos desde una nueva óptica; la óptica del amor, conscientes de que hemos sido elegidos por Dios, por mera gratuidad, por amor, con todos nuestros defectos. Y Él mismo nos ha destinado para que vayamos y prodiguemos ese amor y demos fruto, y nuestro fruto dure.

Este celo de dar a conocer la Buena Nueva del Reino de Dios, que está cimentado en el amor, es lo que impulsa a los apóstoles en la primera lectura de hoy (Hc 15,22-31) a enviarles una palabra de aliento a aquellos primeros cristianos de Antioquía que estaban angustiados ante las pretensiones de los judaizantes y los fariseos convertidos al cristianismo, quienes predicaban que los paganos que se convertían tenían que observar las leyes y preceptos judíos, incluyendo la circuncisión. Ellos se sintieron amados por Dios, y ese amor es tan intenso que hay que compartirlo con todos, sin importar que sean “diferentes”.

Y el que dispensa ese amor es el Espíritu Santo que, como hemos dicho en ocasiones anteriores, es el Amor que se profesan el Padre y el Hijo que se derrama sobre nosotros. Ese Espíritu fue el que llevó a los participantes de aquél primer concilio ecuménico de Jerusalén a decidir que no era necesario “judaizarse” para hacerse cristiano; que bastaba con creer en Jesús y en la Buena Noticia del Reino para pertenecer a la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios. Por eso preceden su mensaje con las palabras: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros,…”

El mensaje de Jesús es sencillo: “Esto les mando: que se amen unos otros”. En ese corto mensaje está encerrada toda su doctrina. Porque su Palabra es la fuente inagotable de alegría; de la verdadera “alegría del cristiano”. Por eso la primera lectura nos dice que: “Al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron mucho”.

“Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros”… ¿Invocas al Espíritu Santo cada vez que tienes que tomar una decisión importante? ¿Te acercas con humildad a María, la madre de Jesús, la “sobreabundante”, para que comparta contigo esa Gracia divina que ha hecho maravillas en ella (Cfr. Lc 2,49)?

Hoy Jesús continúa diciéndonos lo mismo: “Esto les mando: que se amen unos otros”. ¿De verdad crees en Jesús y le crees a Jesús? ¡Que se te note!

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA 29-04-15

catalina-siena

Hoy es un día sumamente especial para mí. Hace exactamente nueve años, el 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y terciaria dominica, hice mi profesión perpetua en la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán. El hecho de que el Señor me haya concedido la gracia de pertenecer a la misma orden que Santa Catalina de Siena, Santa Rosa de Lima, y otros tantos santos y santas de la Orden que fueron terciarios dominicos, me impone una gran responsabilidad que trato de cumplir a cabalidad. Ruego al Señor, por la intercesión de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán, que me dé la perseverancia para llevar con dignidad el hábito de su Venerable Orden.

Aunque en Puerto Rico es memoria obligatoria, para nosotros los dominicos es Fiesta. Y para esta Fiesta litúrgica nos apartamos momentáneamente de la liturgia pascual, y contemplamos el evangelio según san Mateo (11,25-30), que se divide en dos partes, y que en cierta medida describe la vida y misión de esta gran santa. La primera parte nos permite comprender cómo una mujer, sencilla, analfabeta, pudo poseer una profundidad teológica tal que le hizo acreedora del título de doctora de la Iglesia: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Catalina de Siena nació a mediados del siglo XIV, y desde joven sintió el llamado a la vida virtuosa. En contra de las pretensiones de su padre, quien quería casarla con un hombre adinerado, ella optó por hacer voto de castidad e ingresar a la tercera orden de Santo Domingo, convirtiéndose en terciaria dominica, estado en el que permanecería por el resto de su vida. Vivió su vocación cuidando de los huérfanos, menesterosos y enfermos. Mientras tanto crecía en sabiduría a pesar de que no sabía leer ni escribir.

Su sabiduría la llevó a ser consejera de príncipes, gobernantes y papas, siendo la responsable de que el papa Gregorio XI abandonara su exilio en Aviñón y retornara a Roma. Durante su corta vida sirvió como embajadora y diplomática de al menos dos papas, el mismo Gregorio XI y Urbano XIV, quienes le encomendaron tareas bien delicadas que desempeñó con prudencia, inteligencia y eficacia. Aunque, como hemos dicho, era analfabeta, dictó libros y cartas que manifestaban la profundidad de su pensamiento teológico, el que reflejaba tal comunión con Dios que le permitía escudriñar los misterios de fe que permanecían ocultos a “los sabios y entendidos”.

Tal vez nunca lleguemos a alcanzar el grado de compenetración con el Misterio que santa Catalina logró, pero si nos abrimos al Amor incondicional de Dios, escuchamos Su Palabra, e intentamos de corazón seguir los pasos de Su Hijo, conoceremos la Verdad, y esa Verdad nos hará libres (Jn 8,32). Ese fue tal vez el secreto de santa Catalina de Siena.

Santa Catalina de Siena, ¡ruega por nosotros!…

El 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, hice mi promesa perpetua en la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán.

El 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, hice mi promesa perpetua en la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán.