REFLEXIÓN PARA LA MEMORIA OBLIGATORIA DE LOS SANTOS TIMOTEO Y TITO 26-01-15

timoteo y tito

Hoy celebramos la Memoria Obligatoria de los santos Timoteo y Tito, obispos. Ambos son destinatarios de cartas pastorales por parte de san Pablo. La liturgia nos propone dos lecturas alternativas: 2 Tm 1,1-8 o Tit 1,1-5. Para nuestra reflexión de hoy hemos escogido la primera.

Primero pongamos en contexto la carta a Timoteo. Esta carta la escribe Pablo desde la prisión en Roma. Él está consciente que las comunidades que ha fundado están bajo asedio por falsas doctrinas. También sabe que le queda poco tiempo. Su muerte está cercana. Por eso escribe esta carta a si discípulo Timoteo, a quien ha dejado a cargo de la comunidad de Éfeso. En ella se nota la premura de hacer llegar el mensaje. Me imagino su frustración al no poder cumplir su misión de evangelizar por estar prisionero, pero confía en el Señor. Por eso más adelante dirá (v. 12): “Por eso soporto esta prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he puesto mi confianza, y estoy convencido de que él es capaz de conservar hasta aquel Día el bien que me ha encomendado”. Una demostración de fe inigualable. No hay duda de que la experiencia del camino a Damasco marcó la vida de Pablo para siempre. En el camino a Damasco Pablo conoció un amor que no tiene igual, y ese amor le hace confiar plenamente en el Amado.

La Escritura nos dice que Pablo se hizo bautizar tan pronto recuperó la vista luego de llegar a Damasco (Hc 9,18), y que con el Bautismo recibió la infusión del Espíritu Santo. Pero estoy convencido que con aquél rayo enceguecedor que le hizo caer por tierra en el camino a Damasco, Pablo tiene que haber recibido una “sobredosis” de Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo no es otra cosa que Amor del Padre y del Hijo. Y ese Espíritu fue el que le movió a embarcarse en su titánica labor evangelizadora.

Por eso le dice a Timoteo: “te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios”.

Esas palabras de Pablo van dirigidas a todos los que de una u otra manera aceptamos el reto y la obligación de evangelizar. Todos hemos recibido el Espíritu Santo en nuestro Bautismo y Confirmación, pero ese don puede, como una llama, o arder lánguidamente si no lo atendemos, o llamear con toda su fuerza si lo alimentamos. De ahí que Pablo exhorta a Timoteo a “reavivar” el don de Dios que recibió por la imposición de manos. Porque ese Espíritu es el que nos dará las fuerzas para soportar las pruebas que esperan a los que decidimos seguir los pasos de Jesús (Cfr. Mc 16,15; Eclo 2,1).

Señor, aviva en mí el fuego de tu Amor para que nunca me avergüence de dar testimonio de Ti, y tenga la fortaleza para soportar las consecuencias.

Que pasen una hermosa semana en la PAZ del Señor.

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