REFLEXIÓN PERSONAL PARA LA DESPEDIDA DEL AÑO 2015

feliz 2016

Nos encontramos en el umbral de un nuevo año. En esta fecha acostumbramos hacer introspección y pasar inventario de nuestras experiencias, buenas y no tan buenas, que hemos vivido durante el año que está a punto de concluir, así como de aquellas personas cuyos caminos se han cruzado con el nuestro, y aquellas que han desaparecido, en este peregrinar hacia nuestra Meta final.

Este año para mí ha sido uno de grandes retos y muchas bendiciones, todo producto de la gratuidad de Dios. También he sufrido grandes decepciones y vivido momentos difíciles, tanto en mi carácter personal como al compartir los desengaños y el sufrimiento de seres amados. Pero eso no me impide continuar alabando y bendiciendo a mi Señor, porque los años me han enseñado la veracidad de la promesa bíblica de que “en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio” (Rm 8,28).

En nuestra reflexión para esta fecha el año pasado insistíamos en que al finalizar un año calendario nosotros los cristianos tenemos que hacernos una sola pregunta: “¿Cuánto he amado?” Y sobre el año que va a comenzar: “¿Qué puedo hacer para amar más?”

Esas preguntas cobran una relevancia especial en este año que estamos celebrando el Jubileo de la Misericordia decretado por el papa Francisco. El Amor es la fuente de la Misericordia, que a su vez es la fuente del perdón. Por eso les invito a que como parte de las “resoluciones” para el nuevo año, colocándola primero en la lista, nos propongamos perdonar. Perdonarnos a nosotros mismos, perdonar a los que nos han ofendido y, más aún, perdonar a los que nos odian y nos hacen daño. ¿Difícil? Sí. ¿Imposible? No.

Para ello les invito a fijar nuestra mirada en María, madre de Dios, Madre de la Misericordia encarnada. Al pie de la cruz, María junto con el discípulo amado, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús (la máxima expresión de la Misericordia). El perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la Misericordia de Dios. María atestigua que la Misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración, la Salve, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la Misericordia, su Hijo Jesús.

María es Madre de Misericordia que perdona a Pedro que niega su Hijo, también a Judas el traidor y a los que crucifican a Cristo. Pienso que Ella repite con su Hijo: “Padre, perdónalos…” María nos ofrece la Misericordia de Cristo y nos orienta hacia Él, convirtiéndose de esa forma en camino del perdón y modelo a imitar.

Imitando a María podremos hacer realidad las palabras que repetimos a diario en el Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Entonces tendrás un ¡Feliz Año 2016!

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