REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS 01-01-16

maria madre

Hoy comenzamos un nuevo año celebrando la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Durante la octava de Navidad estuvimos contemplando el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en la persona de aquel Niñito que nació en un establo de Belén. Hoy levantamos la mirada hacia la Madre que le dio la vida humana y fue la primera en adorarle, teniéndolo aún en su vientre virginal. Aquella a quien se refiere san Pablo en la segunda lectura de hoy (Gál, 4,4-7) al decir: “Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción”. Aunque no la menciona por su nombre, este es el texto más antiguo del Nuevo Testamento que hace referencia a la madre de Jesús.

La Maternidad Divina es también el dogma mariano más antiguo de la Iglesia, decretado por el Concilio de Éfeso en el año 431, que la declaró theotokos, término griego que literalmente quiere decir “la que parió a Dios”.

En esta solemnidad tan especial, en lugar de comentar las escrituras como solemos hacer, siempre me gusta compartir un corto ensayo escrito por un ateo (Jean Paul Sartre), quien logró captar como ninguno ese misterio de la maternidad divina.

“La Virgen está pálida y mira al niño. Lo que yo habría querido pintar sobre su cara es una maravillosa ansiedad que nada más ha aparecido una vez sobre una figura humana. Porque Cristo es su niño, la carne y el fruto de sus entrañas. Ella le ha llevado nueve meses, y le dará el pecho, y su leche se convertirá en sangre de Dios. Y por un momento la tentación es tan fuerte que se olvida de que él es Dios. Le aprieta entre sus brazos y le dice: ‘Mi pequeño’. Pero en otros momentos se corta y piensa: ‘Dios está ahí’, y ella es presa de un religioso temor ante ese Dios mudo, ante ese niño aterrador. Porque todas las madres se sienten a ratos detenidas ante ese trozo rebelde de su carne que es su hijo, y se sienten desterradas ante esa nueva vida que se ha hecho con su vida y que tiene pensamientos extraños. Pero ningún niño ha sido tan cruel y rápidamente arrancado de su madre que éste, porque es Dios y sobrepasa con creces lo que ella pueda imaginar.

“Pero yo pienso que también hay otros momentos, rápidos y escurridizos, en los que ella siente que a la vez que Cristo es su hijo, su pequeño, y que es Dios. Ella le mira y piensa: ‘Este Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Ha sido hecho por mí; tiene mis ojos y el trazo de su boca es como el de la mía; se me parece. ¡Es Dios y se me parece!’

“Y a ninguna mujer le ha cabido la suerte de tener a su Dios para ella sola; un Dios tan pequeño que se le puede tomar en brazos y cubrir de besos, un Dios tan cálido que sonríe y respira, un Dios que se puede tocar y que ríe. Y es en uno de esos momentos cuando yo pintaría a María si supiera pintar…”

Que el año que acaba de comenzar sea uno lleno de bendiciones para todos. Pidamos a Santa María, Madre de Dios, que nos lleve de su mano hacia su Hijo, que es también nuestro hermano. ¡Feliz Año Nuevo!

REFLEXIÓN PERSONAL PARA LA DESPEDIDA DEL AÑO 2015

feliz 2016

Nos encontramos en el umbral de un nuevo año. En esta fecha acostumbramos hacer introspección y pasar inventario de nuestras experiencias, buenas y no tan buenas, que hemos vivido durante el año que está a punto de concluir, así como de aquellas personas cuyos caminos se han cruzado con el nuestro, y aquellas que han desaparecido, en este peregrinar hacia nuestra Meta final.

Este año para mí ha sido uno de grandes retos y muchas bendiciones, todo producto de la gratuidad de Dios. También he sufrido grandes decepciones y vivido momentos difíciles, tanto en mi carácter personal como al compartir los desengaños y el sufrimiento de seres amados. Pero eso no me impide continuar alabando y bendiciendo a mi Señor, porque los años me han enseñado la veracidad de la promesa bíblica de que “en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio” (Rm 8,28).

En nuestra reflexión para esta fecha el año pasado insistíamos en que al finalizar un año calendario nosotros los cristianos tenemos que hacernos una sola pregunta: “¿Cuánto he amado?” Y sobre el año que va a comenzar: “¿Qué puedo hacer para amar más?”

Esas preguntas cobran una relevancia especial en este año que estamos celebrando el Jubileo de la Misericordia decretado por el papa Francisco. El Amor es la fuente de la Misericordia, que a su vez es la fuente del perdón. Por eso les invito a que como parte de las “resoluciones” para el nuevo año, colocándola primero en la lista, nos propongamos perdonar. Perdonarnos a nosotros mismos, perdonar a los que nos han ofendido y, más aún, perdonar a los que nos odian y nos hacen daño. ¿Difícil? Sí. ¿Imposible? No.

Para ello les invito a fijar nuestra mirada en María, madre de Dios, Madre de la Misericordia encarnada. Al pie de la cruz, María junto con el discípulo amado, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús (la máxima expresión de la Misericordia). El perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la Misericordia de Dios. María atestigua que la Misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración, la Salve, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la Misericordia, su Hijo Jesús.

María es Madre de Misericordia que perdona a Pedro que niega su Hijo, también a Judas el traidor y a los que crucifican a Cristo. Pienso que Ella repite con su Hijo: “Padre, perdónalos…” María nos ofrece la Misericordia de Cristo y nos orienta hacia Él, convirtiéndose de esa forma en camino del perdón y modelo a imitar.

Imitando a María podremos hacer realidad las palabras que repetimos a diario en el Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Entonces tendrás un ¡Feliz Año 2016!