“Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos” (Mt 7,13-14). En estas palabras, con las que concluye el Evangelio de hoy, Jesús nos plantea los dos caminos que, en prácticamente todas las culturas y religiones, simbolizan los dos tipos de conducta humana (Cfr. Salmo 1).
No hay duda que el camino de la perdición es cómodo, llevadero; por eso es atrayente, mientras el camino que Jesús nos propone es uno lleno de sacrificios, de obstáculos, dolor, de entrega a los demás. Él se hizo hombre para mostrarnos ese camino de salvación, para demostrarnos que es posible, como lo han hecho tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia; aquellos que llamamos “santos” y “santas”.
El Camino es arduo, pero el premio que nos espera hace palidecer las dificultades y sacrificios que implica. En estos días se está celebrando el campeonato mundial de fútbol. Para llegar allí los jugadores de todos los equipos han sacrificado las fiestas, las diversiones, y hasta la familia entrenando con una sola meta, el campeonato mundial; un trofeo hecho de metal que eventualmente perderá su brillo y terminará exhibiéndose en algún despacho, vestíbulo o mueble.
Lo que Jesús nos promete es algo más preciado que un mero trofeo de oro o plata, es la vida eterna. “Los atletas se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita” (1 Co 9, 25).
Hoy te invito a pedir a Nuestro Padre que está en los cielos que nos de la perseverancia para continuar nuestro “entrenamiento” para la vida eterna, sin sucumbir ante la tentación del “camino cómodo, llevadero” que nos brinda la gratificación instantánea, pero nos lleva a la condenación eterna.
Jesús no se cansa de repetirlo. Él nos ofrece la vida eterna, la felicidad eterna en presencia del Padre, arropados de ese Amor infinito que solo Dios puede prodigarnos, sin interrupciones, sin distracciones. Disfrutar de la “visión beatífica” de que nos habla santo Tomás de Aquino. ¿A quién le amarga un dulce?, dice el refrán. Pero ese dulce viene acompañado de lo que yo llamo la “letra chica”, que dice: “Carga con tu cruz y sígueme”. Uf, ¡qué difícil! Ahí es donde muchos se desaniman. Entonces resuenan las palabras de Jesús a los Doce cuando muchos de sus discípulos comenzaron a abandonarlo porque encontraban “muy duro” su mensaje: “¿También vosotros queréis marcharos? (Jn 6,67)”.
“Señor Dios nuestro: Tu Hijo Jesús escogió el camino de la humildad y la pobreza y todavía aparece en medio de nosotros hoy en el signo cotidiano de un simple trozo de pan. Danos, a nosotros y a tu Iglesia, -te rogamos- la mentalidad de Cristo Jesús: que no tratemos de impresionar al mundo con poder y prestigio, sino cambia a tu Iglesia desde dentro con nueva mentalidad; que sepa proyectarse al mundo con pobreza de medios y con el sencillo don de humilde servicio. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor” (Oración sobre las Ofrendas para hoy).