REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA SEMANA XXV DEL T.O. (2) 25-09-14

vanidad de vanidades

En la mañana de ayer discutía con mis estudiantes del curso introductorio a la Biblia el libro de Eclesiastés (también conocido como Qohelet, nombre hebreo que significa “predicador”) que nos presenta la primera lectura para la Liturgia de hoy. Este libro forma parte de la literatura sapiencial que la liturgia nos ha estado ofreciendo durante esta semana XXV del tiempo ordinario.

El pasaje de hoy (Qo 1,2-11) comienza con una frase que se repite treinta y cuatro veces a lo largo de ese libro: “vanidad de vanidades”. El libro representa la confesión o, más aún, el grito, de un hombre que después de haber disfrutado de todos los lujos y comodidades, de haber “gozado” la vida, se percata de una realidad irrefutable: la vida, al igual que todas las cosas de este mundo, es caduca, efímera. Por eso lo escuchamos decir frases como “¿Qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar”, y “No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol”. En otras palabras, todo lo de este mundo comienza y termina, y nos deja igual de vacíos. Y lo que es peor, nos esclaviza.

Ante esta realidad, Qohelet termina hastiado de la vida, y llega a una conclusión inescapable: Solo Dios puede llenar los más íntimos vacíos del hombre. Solo en Él podemos encontrar la plenitud y el sentido a nuestra vida. Ayer leíamos el envío de los “Doce” (Lc 9,1-6), y observamos cómo Jesús les instruía dejar atrás todas sus posesiones que, después de todo, son cosas efímeras que lo único que sirven es para apartarnos de lo verdaderamente importante, el Amor de Dios y nuestra misión de anunciar la Buena Noticia del Reino. “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!”.

Como dijimos al principio, el libro de Qohelet forma parte de la “literatura sapiencial” del Antiguo Testamento, junto con los libros de Proverbios, Job, Eclesiástico o Sirácides, y Sabiduría.

Los autores de estos libros sagrados, conocidos como los “sabios”, eventualmente sustituyeron a los profetas durante la era de la restauración que siguió al exilio en Babilonia. Estos sabios reflexionan sobre la vida y la historia del pueblo de Israel, luego de haber pasado por el evento purificador del destierro, que les enseñó a vivir sin sus “seguridades”, tales como su tierra, sus posesiones, y el Templo. Comienzan a replantearse las grandes interrogantes del hombre, como el sentido de la vida, la enfermedad, el sufrimiento, la muerte, y la vida eterna (esto último especialmente en el libro de Sabiduría).

De este modo sientan las bases para la “plenitud de los tiempos” (Cfr. Gál 4,4) y la llegada del Mesías anhelado. Es en Él, y en la fe en Él, que la vida adquiere un nuevo sentido.

Y tú, ¿en qué pones tu seguridad?

Nota: Para una reflexión sobre el pasaje evangélico de hoy, ver nuestra reflexión para el año pasado.

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2 thoughts on “REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA SEMANA XXV DEL T.O. (2) 25-09-14

  1. Yo pongo mi seguridad en las manos del Señor!….Estos libros de la Biblia no solo son un llamado a nuestra reflexión. sino que son una guía en nuestro caminar como cristianos. Gracias por sus reflexiones nos ayudan mucho.

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