REFLEXIÓN PARA EL VIGÉSIMO DOMINGO DEL T.O. (B) 19-08-18

La primera lectura de hoy (Prov 9,1-6) nos presenta la “Sabiduría” personificada (que no es otra cosa que Dios actuando sabiamente) convocando a todos a participar de la mesa que ha dispuesto: “Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia”. Esta lectura nos evoca la parábola del banquete nupcial que Mateo nos presenta al comienzo de su capítulo 22 (1-14), y prefigura el “pan de vida” con el que Jesús se identifica en el capítulo 6 de Juan.

El pan es vida. En el Padrenuestro decimos “danos hoy nuestro pan de cada día”. Cuando alguien trabaja decimos que está “ganándose el pan”. Cuando celebramos la Eucaristía, en el momento del ofertorio el sacerdote dice: “Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre”.

En el evangelio de hoy (Jn 6,51-58) Jesús se nos presenta a sí mismo como el “pan de vida”: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Ante la incredulidad de los que le escuchan, que le cuestionan que cómo es posible que Jesús les dé a comer su carne, Jesús les responde: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.

Cuando nos sentamos a la mesa familiar para compartir el pan, ese pan tiene un significado que va más allá del mero alimento; adquiere una nueva dimensión, es el fruto del trabajo de alguien que lo ganó, y alguien que lo confeccionó. Cuando el padre se sienta a la mesa con su familia a compartir el pan, fruto de su trabajo, les está ofreciendo algo más que alimento, les está entregando su vida y su trabajo; en cierto sentido les está entregando su “carne” (“el pan que yo les daré es mi carne”). Y la familia, congregada en torno a la mesa, en cierta manera está compartiendo la vida misma del padre que se los ha dado.

Jesús, que es “el pan de vida”, “la luz del mundo”, “la puerta”, “el buen pastor”, “la resurrección y a vida”, “el camino, la verdad y la vida”, “la vid verdadera”, nos está dando su vida, el fruto de su sacrificio. Jesús ha querido dar al pan un nuevo significado. Nos está ofreciendo en ese pan su vida, nos invita a la mesa eucarística a compartir su vida con el Padre: “El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí”.

Hoy, día del Señor, aprovecha a oportunidad única que Jesús te ofrece: compartir su mesa; comer el pan vivo bajado del cielo. ¡Qué banquete! Recuerda, en la mesa del Señor hay una silla con tu nombre; Él te espera…

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