REFLEXIÓN PARA EL UNDÉCIMO DOMINGO DEL T.O. (C) 12-06-16

pecadora perdonada

Todas las lecturas de la liturgia para este undécimo domingo del tiempo ordinario tienen un hilo conductor: la Misericordia de Dios reflejada en el perdón de los pecados.

La primera lectura, tomada del segundo libro de Samuel (12,7-10.13), nos presenta el pasaje en el que Yahvé, por medio del profeta Natán, enfrenta al rey David con sus pecados, recordándole todas las bendiciones que ha derramado sobre él: “¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal?”. David reconoce sus pecados, y en un acto de arrepentimiento exclama: “¡He pecado contra el Señor!” La respuesta no se hace esperar: “El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás”. Es la manifestación de la misericordia divina. “Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: ‘Confesaré al Señor mi culpa’, tú perdonaste mi culpa y mi pecado” (Sal 31). Dios perdona al pecador arrepentido.

En la segunda lectura (Gál 2,16.19-21) el apóstol san Pablo nos recuerda que si fuera por la Ley todos estaríamos muertos para la vida eterna. Solo si nos unimos al sacrificio de Cristo, quien nos amó hasta entregarse por nosotros, podemos alcanzar la salvación. “Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús”. Si nos convertimos en otros “cristos” viviendo nuestra fe en Él, podremos decir con Pablo “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”, porque la “justificación” es una transformación en Cristo por medio de la gracia.

La lectura evangélica (Lc 7,36-8,3) nos presenta el pasaje de “la pecadora perdonada”.

El Antiguo Testamento nos había presentado la misericordia de Dios. Los relatos evangélicos nos muestran un Jesús que se atribuye a sí mismo el poder de perdonar los pecados, poder que solo le pertenece a Dios. Jesús no se limita a enseñarnos que el Padre está dispuesto a perdonarnos nuestros pecados, sino que Él mismo perdona los pecados. La explicación a esta actitud de Jesús nos la da Él mismo: “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn 10,30).

Desde el comienzo de su misión mesiánica Jesús deja claro que Él tiene poder para perdonar los pecados: “El Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados” (Cfr. Mc 2,10). Vemos cómo en los relatos evangélicos repite en numerosas ocasiones: “tus pecados te son perdonados”, o frases similares que resultan blasfemas para los escribas y fariseos quienes no reconocían la divinidad de Jesús.

En el pasaje de hoy encontramos a una pecadora que se postra ante Jesús, lava sus pies con sus lágrimas, los unge con perfume y los besa. Esa mujer arrepentida nos proporciona la clave para obtener el perdón de los pecados (siempre volvemos a lo mismo, ¿no?): el Amor. “‘Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama’. Y a ella le dijo: “Tus pecados están perdonados’”. Es el amor lo que nos lleva al arrepentimiento y a buscar la reconciliación. Aquella pecadora conoció el amor de Jesús y le reciprocó con la misma intensidad de sus pecados. Y en ese amor conoció el perdón, que es fruto del Amor.

Más tarde, luego de su Resurrección, Jesús confiaría ese “ministerio” del perdón de los pecados a los apóstoles (Jn 20,22-23) y a sus sucesores, quienes conferirán el perdón, no por sí mismos, sino por el poder del Dios Uno y Trino, que es Amor.

Hoy es un buen día para reconciliarte con el Señor. ¡Aprovecha ese regalo tan hermoso que Jesús te dejó!

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3 thoughts on “REFLEXIÓN PARA EL UNDÉCIMO DOMINGO DEL T.O. (C) 12-06-16

  1. muchisimas gracias por ayudarnos a profundizar cada vez masss en el mensaje del Evaneio Dios lo llene de su espiritu

    • Gracias a usted, hermana, por sus palabras de aliento. Ore por este siervo y su ministerio… Bendiciones para usted y toda su familia.

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