REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA VIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (2) 03-09-16

discípulos arrancando espigas

La lectura evangélica que nos ofrece la liturgia para hoy (Lc 6,1-5) nos presenta a Jesús, un sábado, atravesando un campo con sus discípulos, quienes arrancaban espigas mientras caminaban y “frotándolas con las manos, se comían el grano”.

Unos fariseos que observaban la escena les critican severamente: “¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?” Al decir eso se referían a la prohibición contenida en Ex 20,8-11 que ellos interpretaban de manera estricta, considerando la conducta de los discípulos una transgresión a ese precepto. Los fariseos pretendían utilizar las Escrituras para condenar a Jesús, pero Jesús, como siempre, demuestra tener un vasto conocimiento de las escrituras, amén de ser un verdadero maestro del debate. Eso lo vemos a lo largo de todos los relatos evangélicos. Por eso les riposta utilizando las escrituras, citando el pasaje en el cual el rey David hizo algo prohibido, que a todas luces aparenta ser más grave, al tomar los panes consagrados del templo para saciar el hambre de sus hombres (1 Sam 21,2-7).

Esa observancia estricta del sábado, la circuncisión, la pureza ritual, fueron fomentadas por los sacerdotes durante el destierro en Babilonia, para, entre otras cosas, mantener la identidad y distinguir al pueblo judío de todos los demás. Esto dio margen al nacimiento del llamado “judaísmo”. Pero en el proceso tales prácticas llegaron al extremo de controlar todos los aspectos de la vida de los judíos, al punto de restringir el número de pasos que se podían dar en el sábado, y hasta la forma de lavar los envases de la cocina. Se trataba de la observancia de la Ley por la ley misma, por encima de los hombres, por encima de las necesidades humanas más básicas. Es por eso que Jesús dice: “El Hijo del hombre es Señor del sábado”, o como dice el paralelo de Marcos: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). Jesús deja claro que el amor, la misericordia, están por encima de la Ley. Jesús es Dios, es el Amor.

Dar cumplimiento a la ley no es suficiente. Como hemos dicho en innumerables ocasiones, la palabra cumplimiento está compuesta por dos: “cumplo” y “miento”. Estamos llamados a ir más allá. Si aceptamos que Jesús es el dueño del sábado, y que Él nos invita a seguirle (como lo hicieron los discípulos en la lectura), todo está también a nuestro servicio, cuando se trata de seguir sus pasos. De ahí que “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”. Por eso la Ley tiene que ceder ante el imperativo del Amor y de su resultado lógico que es la misericordia. A eso se refería Jesús cuando nos dijo “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17).

Señor, “no permitas que los mandamientos y las reglas de conducta se interpongan entre ti y nosotros, tu pueblo, sino que nos dirijan suavemente, como buenas educadoras, hacia ti y hacia nuestro prójimo; y enséñanos a ir más allá de la ley con generosidad y amor servicial”. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén (de la Oración colecta).

REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA VIGÉSIMO PRIMERA SEMANA DEL T.O. (2) 02-09-16

Jesus comiendo con discípulos

El Evangelio que nos brinda la liturgia de hoy es la versión de Lucas (5,33-39) del pasaje en que los fariseos critican a Jesús porque sus discípulos, contrario a los de Juan, y a los de los propios fariseos, que ayunan y oran a menudo, se la pasan comiendo y bebiendo. A la crítica de los fariseos, Jesús responde: “¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos?”. Luego añade dos parábolas cortas, la que propone que nadie remienda un paño viejo con una tela nueva, y la que propone que nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan y se pierden, tanto el vino, como los odres.

Anteriormente, comentando la versión de Mateo de este pasaje, nos habíamos concentrado en el primer anuncio de la pasión de Jesús y en las parábolas del paño y los odres viejos. Hoy nos limitaremos al significado de la frase: “¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos?”

Para entender esta frase, tenemos que partir del hecho de que en el Antiguo Testamento el ayuno, especialmente del vino, eran signos de austeridad y penitencia ligados a la espera del Mesías prometido. Simbólicamente significaban que “los tiempos son malos, estamos insatisfechos, hemos perdido el gusto de vivir… que venga de una vez el tiempo de la consolación y de la alegría, cuando el mesías estará aquí”. Pero como todas las prácticas rituales de los fariseos, estos habían convertido también ese ayuno en algo externo, que no guardaba relación con la actitud interior.

Pero la contestación de Jesús va más allá. No solo hace referencia al verdadero significado de ese ayuno, sino que les dice que este ya no es necesario para sus discípulos porque “el novio está con ellos”. Es decir, los tiempos mesiánicos ya han llegado. No es tiempo de austeridad y privaciones; ¡el tiempo de la alegría y la celebración ha llegado!

Nosotros, los cristianos de hoy, no debemos olvidar que esos tiempos mesiánicos no terminaron con la muerte de Jesús. El tiempo de la alegría se ha perpetuado con la presencia de Jesús entre nosotros: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mt 28,20). ¡Jesús está vivo! Está presente entre nosotros en su Palabra, en la Eucaristía, cada vez que hay dos o más reunidos en su nombre (Mt 18,20). Y la verdadera alegría del cristiano consiste precisamente de saber que “el novio” está con nosotros; en amarlo y sentirnos amados por Él. Y eso no depende de ningún rito externo, ni de oraciones vacías, carentes de contenido espiritual. Ese es precisamente el fundamento de las críticas de Jesús contra los escribas y fariseos.

Por tanto, nuestra alegría más profunda ha de estar fundamentada en esa “presencia” de Novio entre nosotros. Por eso el papa Francisco no se cansa de repetir que la alegría es el “sello” del cristiano: “Un cristiano sin alegría no es cristiano. La alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aun en las persecuciones”. ¡Que viva el Novio!