2013-08-10 L’Osservatore Romano
La visita que nadie imaginaba, en una mañana cualquiera de agosto, cuando la ciudad parece vaciarse y está comenzando el trabajo cotidiano: en la carpintería, en una central térmica, en un taller de hidráulica, en un depósito o en un periódico, sin diferencias. El Papa se presenta de improviso y desea con sencillez los buenos días. Luego comienza a
preguntar por el trabajo entre cuantos lo realizan, cómo se hace. Al final estrecha la mano a cada uno, entre personas incrédulas felizmente sorprendidas, y se despide con un sonriente… [continuar leyendo]














