PRIMERA AUDIENCIA GENERAL DE FRANCISCO: SEGUIR A JESÚS ES APRENDER A SALIR DE NOSOTROS MISMOS

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Ciudad del Vaticano, 27 marzo 2013 (VIS).- “Me  alegra acogeros en esta, que es mi primera audiencia general”, ha dicho  el Papa Francisco a los miles de fieles que llenaban la Plaza de San Pedro  para participar en la primera catequesis del Obispo de Roma. “Con  gratitud y veneración – ha proseguido- recojo el “testigo” de las manos de mi amado predecesor, el Papa Benedicto XVI. Después de  la Pascua reanudaremos la catequesis del Año de la fe. Hoy me quiero centrar en la Semana Santa. Con el Domingo de Ramos comenzamos esta semana –  el centro de todo el año litúrgico – en la que  acompañamos a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección”

“Pero -se ha preguntado el Papa- ¿Qué quiere decir para nosotros vivir la Semana Santa? y “¿Qué significa seguir a Jesús en su camino en el Calvario hacia la Cruz y la Resurrección?”. “En su  misión terrenal Jesús recorrió los caminos de Tierra Santa; llamó a doce personas sencillas para que permanecieran con él, compartiesen su camino y continuasen su misión (…);  habló a todos, sin distinción, a los grandes y los pequeños… a los poderosos y los débiles; trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló,  comprendió; dio esperanza. Trajo a todos la presencia de Dios que se interesa por cada hombre y mujer, como hacen un buen padre y una buena madre por cada uno de sus hijos”.

“Dios -ha subrayado Francisco- no esperó a que fuéramos a Él, fue Él quien vino hacia nosotros(…). Jesús vivió la realidad cotidiana de la gente común (…) lloró cuando vio cómo sufrían Marta y María por la muerte de su hermano Lázaro (…), vivió también la traición de un amigo. En Cristo, Dios nos ha dado la seguridad de que él está con nosotros, en medio de nosotros… Jesús no tiene casa porque su casa es la gente: somos nosotros; su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la  presencia amorosa de Dios”.

En Semana Santa vivimos “la cumbre … de este plan de amor que corre a través de toda la historia de la relación entre Dios y la humanidad. Jesús entra en Jerusalén para dar el paso final, que resume toda su existencia: se entrega totalmente, no conserva nada para sí mismo, ni siquiera su vida. En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz “para nosotros”. El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, pone en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar con nosotros siempre … Y en el huerto de los Olivos, al igual que en el juicio ante Pilatos, no opone resistencia: se entrega”.

Ahora bien “Jesús no vive este amor que lleva al sacrificio pasivamente o como un destino fatal, y desde luego no oculta su profunda turbación humana ante la muerte violenta, pero se entrega con plena confianza al Padre (…) para demostrar su amor por nosotros. Cada uno puede decir: Jesús me ha amado y se ha entregado por mí: por mí”.

“¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que este camino es el mío, el tuyo y el nuestro. Vivir la Semana Santa, según Jesús, no sólo con un  corazón emocionado, es aprender a salir de nosotros mismos (..) para salir al encuentro de los demás, para ir a las afueras de la existencia; ser los primeros en movernos hacia nuestro hermanos y hermanas, especialmente los que están lejos, los que han sido olvidados, los que están más necesitados de comprensión, consuelo y ayuda”.

Vivir la Semana Santa es “entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la muerte, sino la del amor y de la entrega que da vida. Es entrar en la lógica del Evangelio. Seguir a Cristo, acompañarlo, permanecer con él requiere un “salir” de nosotros mismos, de una manera rutinaria de vivir la fe; de la tentación de encerrarse en unos esquemas que terminan cerrando el horizonte a la acción creadora de Dios. Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros (…) para traer la  misericordia (…) que salva y da esperanza. Incluso si queremos seguirlo y  permanecer con él, no hay que contentarse con permanecer en el recinto de las noventa y nueve,ovejas tenemos que “salir” para buscar con Él él la oveja perdida, la más lejana”.

“A menudo – ha observado – nos conformamos con algunas oraciones, una misa dominical distraída y no constante, un acto de caridad, pero no tenemos el coraje de “salir” para llevar a Cristo. Somos un poco como San Pedro. Tan pronto como Jesús habla de la pasión, muerte y resurrección, de entrega, de amor a todos, el Apóstol le lleva aparte y lo reprende. Lo que Jesús dice altera sus planes, es inaceptable, pone en crisis la seguridad que él  había construido, su idea del Mesías. Y Jesús (…)  dirige a Pedro una de las más duras palabras del Evangelio: “Va detrás de mí, Satanás! Porque tu no piensas como Dios, sino como los hombres. Dios piensa con misericordia … como un padre que espera el regreso de su hijo y va a su encuentro, lo ve venir cuando  todavía está muy lejos … …señal de que lo esperaba todos los días en la terraza de su casa… Dios piensa como el  samaritano que no pasa al lado del desgraciado compaciéndolo, sino  socorriéndolo sin pedir nada a cambio, sin preguntar si era  judío, samaritano, rico o pobre”,

“La Semana Santa -ha concluido Francisco- es un tiempo de gracia que el Señor nos da para abrir las puertas de nuestros corazones, de nuestra vida, de nuestras parroquias, de los movimientos, de las asociaciones, y “salir” al encuentro de los demás, acercarnos a ellos para llevar la luz y la alegría de  nuestra fe. ¡Salir siempre con el amor y la ternura de Dios”.

Después de la catequesis y de los resúmenes en las diversas lenguas a cargo de los lectores, el Papa saludó a todos y, hablando en italiano se dirigió,entre otros, a los universitarios que participan en el encuentro internacional promovido por la Prelatura del Opus Dei, dándoles las gracias por sus oraciones y afecto al Papa. “Con vuestra presencia en el mundo universitario  -dijo- cada uno de vosotros realice lo que deseaba San Josemaría Escrivá: “Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los  hombres”.

Reflexión para el sábado de la quinta semana de Cuaresma 23-03-13

papa Francisco

La lectura evangélica de hoy (Jn 11,45-47), nos presenta al Sanedrín tomando la decisión firme de dar muerte a Jesús (“Y aquel día decidieron darle muerte”). Esta decisión estuvo precedida por la manifestación profética del Sumo Sacerdote Caifás (“Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera”), que prepara el escenario para el misterio de la Pasión que reviviremos durante la Semana Santa que comienza mañana, domingo de Ramos.

La primera lectura, tomada del profeta Ezequiel (37,21-28), nos muestra a Dios que ve a su pueblo sufriendo el exilio en Babilonia y le asegura que no quiere que su pueblo perezca. El pueblo ha visto la nación desmembrarse en dos reinos: el del Norte (Israel) y el del Sur (Judá), y luego ambos destruidos a manos de sus enemigos en los años 722 a.C. y 586 a.C., respectivamente, y los judíos exiliados o desparramados por todas partes. “Yo voy a recoger a los israelitas por las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías”.

Reiterando la promesa hecha al rey David (2 Sm 7,16), Yahvé le dice al pueblo a través del profeta: “Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos”. Para ese tiempo David había muerto hacía casi 400 años. Así que se refiere a aquél que ha de ocupar el trono de David, Jesús de Nazaret (Cfr. Lc 1,32b).

Mañana conmemoramos su entrada mesiánica en Jerusalén al son de los vítores de esa multitud anónima que lo seguía a todas partes (“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” – Mt 21,9), para dar comienzo al drama de su pasión y muerte.

Las palabras de Caifás en la lectura de hoy (“os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera”) lo convierten, sin proponérselo, en instrumento eficaz del plan de salvación establecido por el Padre desde el momento de la caída. El mismo Juan nos apunta al carácter profético de esas palabras: “Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos”.

Ese era el plan que el Padre se había trazado desde el principio: reunir a los hijos de Dios dispersos, a toda la humanidad, alrededor del sacrificio salvador de Su Hijo, quien habría de morir por todos.

¡Cuánto le falta a la humanidad para poder alcanzar esa meta de estar “reunidos en la unidad”! Durante esta Semana Santa, les invito a orar por la unidad de todas las naciones y razas, para que se haga realidad esa unidad a la que nos llama Jesús, y que nuestro nuevo papa Francisco sea instrumento para ello.

Que la Semana Santa sea un tiempo de penitencia y contemplación de la pasión salvadora de Cristo, y no solamente un tiempo de vacaciones y playa.

FR. DOMINGO COSENZA OP NOS PRESENTA AL PAPA FRANCISCO: “COMO UNO MÁS”

Para Francisco
El 19 de junio de 2006, en el estadio Luna Park de Buenos Aires, en el «Tercer encuentro fraterno de la comunión renovada de evangélicos y católicos en el Espíritu», Jorge Mario Bergoglio participaba como uno más de la actividad, compartiendo tiempos de oración con un joven evangélico en medio de una multitud de unas 7 mil personas.
En un determinado momento los organizadores invitaron al arzobispo a subir al escenario, y éste dirigió al público palabras sencillas, llenas de cordialidad y fervor. De repente se arrodilló y el pastor Carlos Mraida, de la Iglesia del Centro, oró «por el cardenal, quien se ha presentado como un hermano más, pero que tiene una responsabilidad extraordinaria».
Mraida, pastor de la iglesia bautista más antigua de la Argentina, definió a Bergoglio como «una de las voces proféticas de la Nación», y pidió a Dios en referencia al cardenal: «Inúndalo de sabiduría de lo alto». Y otros pastores acompañaron a Mraida en la imposición de manos.
Recordaba este gesto cuando, hace algunos días consideraba la posibilidad (para la mayoría de nosotros remota), de que el cardenal Jorge Bergoglio fuera elegido Papa. Y se me ocurría preguntarme: ¿Se animaría a repetir tal gesto en su primera aparición pública? Pensaba que sería un signo altamente expresivo de lo que implica el ministerio que él iniciaba, y de una nueva época para la Iglesia. Reconozco que descartaba la posibilidad, porque sería demasiada novedad para un protocolo tan cuidado. ¡Pero sucedió! Y el gesto dejó marca profunda en gran parte de los titulares de noticias nacionales e internacionales.
Fue una tarde de sorpresas y emociones, llena de mensajes esperanzadores. La mayoría ha advertido su sencillez y humildad. Pero no es menos importante el modo de dirigirse a la numerosa audiencia reunida en la Plaza de San Pedro. Aún siendo consciente de que su palabra sería escuchada por todo el orbe, le habló a la comunidad de la Urbe. Ante ella se situó como compañero de viaje. Se presentó como su obispo diocesano. El obispo de la iglesia que preside a otras en la caridad; pero que es, ante todo, el obispo local que tiene a su lado un vicario para ayudarlo a evangelizar a los fieles a quienes promete seguir viendo en estos días.
Horas después completé la jornada en una reunión con mis amigos del Consejo Interreligioso de Mendoza. Fue muy gratificante recibir felicitaciones de los amigos cristianos de otras confesiones y creyentes de otros credos. Fueron muestras concretas de aquella fraternidad que poco antes Francisco había invocado desde la Plaza de San Pedro, aquella misma que está también significada en el nombre elegido. Con un fuerte abrazo un amigo musulmán me dijo: “En nuestras festividades viene a saludarnos siempre en persona. No manda una carta ni envía a un secretario”.
Se pueden seguir enumerando gestos que se sucedieron durante las primeras horas y que han quedado retratados en simpáticas imágenes, como viajar con los otros cardenales en el ómnibus o pagar la cuenta de la casa del Clero.
En un mensaje a todos los obispos de Argentina, comunicado a través del Nuncio, agradecía hoy a todo el Pueblo de Dios las oraciones y muestras de cariño, y expresaba su deseo de que, en lugar de viajar a Roma para su inicio de pontificado, continuaran su cercanía espiritual acompañándola con algún gesto de caridad hacia los más necesitados.
Doy gracias a Dios porque la sencillez evangélica que hemos contemplado los frailes que alguna vez vivimos en Buenos Aires, nuestros jóvenes que con él visitaban a los pobres de nuestro barrio, los que recibimos la exhortación a ser misericordiosos al iniciar nuestro ministerio sacerdotal, ahora también podrán conocerla los creyentes de todo el mundo, y todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Es probable que tal vez no escriba mucho, y que su discurso no siempre tenga mucho brillo. Pero estoy seguro que el suyo seguirá siendo un magisterio de gestos, a ejemplo del santo de Asís. De él se decía que exhortaba a los hermanos, diciendo: “Habla siempre del amor de Dios, y si es necesario usa también palabras”.
fr. Domingo Cosenza OP