REFLEXIÓN PARA EL MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO 17-12-13

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La lectura evangélica de hoy, tomada de san Mateo (1,1-17), nos presenta la Genealogía de Jesús. Esta genealogía abarca cuarenta y dos generaciones (múltiplo de 7) desde Abraham hasta Jesús (v. 17), pasando por el rey David, de cuya descendencia nacería el Mesías esperado. Esta parecería ser una lectura aburrida. ¿A quién le interesan tantos nombres raros, muchos de los cuales son desconocidos para la mayoría de nosotros? ¿Por qué ese interés desmedido de establecer el linaje de Jesús?

Debemos recordar que Mateo escribe su relato evangélico para los judíos de Palestina convertidos al cristianismo, con el objetivo de probar que Jesús es el Mesías prometido. Por eso pasa el trabajo de establecer, de entrada, su nacimiento dentro de la estirpe de David. Esto se refleja también en el uso continuo de la frase “para que se cumpliese…”, a lo largo de todo su relato (en los primeros tres capítulos se repite seis veces). Es decir, su tesis es que en Jesús se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento relativas al futuro Mesías, que comenzaron desde el libro del Génesis.

Así, en la primera lectura de hoy (Gn 49,1-2.8-10), Jacob manda a reunir a sus doce hijos (de quienes saldrían las doce tribus de Israel), y les dice: “A ti, Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; inclínense a ti los hijos de tu padre. Cachorro de león es Judá; de la presa, hijo mío, has vuelto; se recuesta, se echa cual león, o cual leona, ¿quién le hará alzar?” David fue el primero en reinar sobre ambos reinos, el de Judá y el de Israel, antes de que se dividieran, y su linaje continuó reinando sobre Judá. De esa estirpe es que nace José, “esposo de María, de la que nació Jesús, el Cristo” (v. 16), heredero del trono de David (Lc 1,32b).

Aunque sabemos que José no tuvo nada que ver con la concepción de Jesús en el seno virginal de María, al reconocerlo y darle su nombre se convirtió para todos los efectos legales en el padre de Jesús, a quien asumió como hijo suyo. De este modo se convirtió también en el padre espiritual de Jesús, a quien le transmitió toda la tradición de su pueblo, convirtiéndolo en un verdadero hijo de Israel.

Si comparamos los relatos de Mateo y Lucas, vemos cómo en el primero la figura principal es José, a quien el ángel le anuncia la concepción milagrosa de Jesús y le encomienda ponerle el nombre cuando nazca (tarea fundamental en la mentalidad bíblica), mientras María permanece como un personaje secundario que ni tan siquiera habla. En Lucas, por el contrario, María es la verdadera protagonista, el personaje alrededor del cual giran los primeros dos capítulos. En Lucas es a ella a quien el ángel anuncia el embarazo milagroso, recibe el nombre de “llena de gracia”, y se le encarga ponerle el nombre a Jesús.

María es también la figura clave, la protagonista del Adviento. En ella, concebida sin pecado original y preparada por el Padre desde la eternidad, nacida judía hija de Israel, se concentran todas las esperanzas del pueblo judío y de toda la humanidad. De ella recibimos al Salvador, y hoy sigue conduciéndonos hacia su Hijo.

Nuestra Señora del Adviento, ¡muéstranos el Camino!

REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO 16-12-13

Mt 21,23-27

En la primera lectura para hoy (Núm 24,2-7.15-17a) encontramos un anuncio temprano de la venida del futuro Mesías. Lo curioso del caso es que el anuncio viene de un pagano, Balaán, “vidente” a quien el rey de Moab había encargado  maldecir al pueblo de Israel, que tenía intenciones de atravesar su territorio, ya a finales del Éxodo, luego de cuarenta años de marcha a través del desierto de Sinaí.

No podemos perder de vista que el éxodo es el resultado de la primera vez que Dios decide “intervenir” en la historia y tomar partido con su pueblo que vivía esclavizado en Egipto. Por tanto, no podía permanecer con los brazos cruzados. Ante las pretensiones del rey moabita, Dios “toca el corazón” del vidente pagano, quien lejos de maldecir, bendice al pueblo de Israel y profetiza el futuro mesiánico, que vendrá, no solo para el pueblo de Israel, sino para todo el mundo. Inicialmente esta profecía se entendió cumplida  en la persona del rey David, pero más adelante se interpretó por el pueblo, y los primeros cristianos, que se refería al Mesías esperado.

Hemos dicho que el tiempo de Adviento es tiempo de preparación, de espera, de anticipación, de encaminarse hacia… Dios viene al encuentro de todos los que le esperan, pero no se impone a nadie. Él “toca a la puerta”, pero no nos obliga a recibirle. Se trata de un acto de fe. El que no quiere creer no va a aceptar ningún argumento, explicación ni evidencia, por más contundente que sea. Así, quien no quiere dejarse convencer por la persona y las palabras de Jesús, tampoco podrá serlo por ninguna discusión.

Ese es el caso que nos presenta la lectura evangélica de hoy (Mt 21,23-27). Luego de echar a los mercaderes del Templo, Jesús continúa moviéndose en sus alrededores y, estando allí, se le acercan unos sumos sacerdotes y ancianos para cuestionarle con qué autoridad les había echado: “¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”.

Jesús les responde con otra pregunta: “Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?”. Ellos saben que no importa cómo contesten van a quedar en evidencia, pues si dicen que del cielo, quedan como no-creyentes, y si dicen que de los hombres, se ganan el desprecio del pueblo que tiene a Juan como un gran profeta, lo que en aquellos tiempos podía acarrearles incluso el linchamiento por blasfemos. Ante esa disyuntiva prefieren pasar por ignorantes: “No sabemos”. A lo que Jesús replicó: “Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto”.

La réplica de Jesús había sido una invitación a recapacitar; más aún, una invitación a la conversión. Aquellos miembros del consejo se negaban a reconocer que Juan había sido enviado para allanar el camino para la llegada del Mesías: Jesús de Nazaret. Por eso se niegan a reconocer (o les resulta conveniente ignorar) el nuevo tiempo de salvación inaugurado con Jesús.

Hoy día no es diferente. Jesús se nos presenta como nuestro Salvador. Y el Adviento es buen tiempo para recapacitar, para la conversión. Solo así podremos reconocerle y aceptar su mensaje de salvación.

REFLEXIÓN PARA EL TERCER DOMINGO DE ADVIENTO 15-12-13

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“‘¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?’ Jesús les respondió: ‘Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!’’. Este fragmento de la lectura evangélica para este tercer domingo de Adviento (Mt 11,2-11) sienta la tónica para este día que se nos presenta como el domingo del TESTIMONIO. Testimonio gozoso que le da el nombre de “domingo gaudete”. Gaudete quiere decir “regocijaos” en latín.

Desde la primera lectura (Is 35,1-6a.10) se advierte la alegría y el gozo que acompañaría la venida del redentor que el pueblo esperaba desde el mismo momento de la caída (Gn 3,15). Venida que estaría acompañada de señales que darían testimonio de su llegada: “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión”.

Era esa espera gozosa, la expectación de la llegada del Mesías liberador que mantenía vivas las esperanzas del pueblo. Por eso el profeta les exhorta a no ser cobardes: “‘Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará’. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán”. Es el “Adviento” que vivía el pueblo de Israel durante el Antiguo Testamento, y que profetas como Isaías mantenían vivo.

Esas expectativas, esas profecías, se hacen realidad en la persona de Jesucristo. Esos son los signos de que la plenitud de los tiempos ha llegado y Él es Dios “que viene en persona”, el Mesías esperado; “los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio”. Por eso, ante la pregunta que Juan le formula desde la cárcel a través de sus discípulos (“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?), Jesús se limita a pedirles que den TESTIMONIO de lo que han visto y oído; testimonio que ha de estar obligadamente enmarcado, no solo en el gozo natural que semejantes portentos provocan, sino en el convencimiento de que ellos apuntan que los tiempos mesiánicos ha llegado.

Hoy la Iglesia nos dice: “regocíjate” y “da testimonio” de ese gozo. Si hacemos inventario de las maravillas que Dios ha obrado en cada una de nuestras vidas, desde el mismo momento de nuestra concepción, tenemos que regocijarnos. Y ese regocijo es tal que, nos sentimos compelidos a salir y dar TESTIMONIO.

Isaías nos pide que seamos valientes. En la segunda lectura Santiago (5,7-10) nos exhorta a ser pacientes, especialmente en el sufrimiento. Es decir, a mantener la expectación gozosa en medio de la prueba y la tribulación, porque el Señor nos ama tanto que nos hará justicia. Si hemos vivido el Adviento sabemos que el Señor está cerca. ¡Regocíjate!

Si aún no te has reconciliado con el Padre, todavía estás a tiempo. Él no se cansa de esperarte…

El Papa: Árbol de Navidad es signo de la luz divina que disipa las tinieblas

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VATICANO, 13 Dic. 13 / 10:52 am (ACI/EWTN Noticias).- Al recibir esta mañana a la delegación de Baviera (Alemania) que obsequió el árbol de Navidad que estará en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco dijo que éste simboliza la luz divina que “disipa las tinieblas del error y del pecado”.

Así lo indicó el Santo Padre en su discurso a la comunidad de Waldmünchen (Alemania), que dista unos 18 kms del confín con la República Checa y que ha regalado el gran abeto de la plaza y otros más pequeños que decorarán otros lugares del Vaticano.

El Papa ha hablado de la “cercanía espiritual y la amistad que unen a toda Alemania y, en particular a Baviera, con la Santa Sede, en el surco de la tradición cristiana que ha fecundado la cultura, la literatura y el arte de esa nación y de Europa entera”.

El árbol será admirado por tantos romanos, peregrinos y turistas que acuden a la Plaza de San Pedro en esta época navideña en la que “resuena en todos los lugares el alegre anuncio del ángel a los pastores de Belén… que fueron envueltos en una gran luz”.

El Papa resaltó que “hoy también Jesús sigue disipando las tinieblas del error y el pecado para traer a la humanidad la alegría de la resplandeciente luz divina, de la que el árbol navideño es signo y recuerdo. Dejemos que nos envuelva la luz de la verdad porque la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.

El Santo Padre se ha despedido de la comunidad de Waldmünchen deseándoles, al igual que a sus familias y compatriotas, una feliz Navidad y pidiéndoles que recen por él.

Tomado de: http://www.aciprensa.com/noticias/el-papa-arbol-de-navidad-es-signo-de-la-luz-divina-que-disipa-las-tinieblas-29338/#.Uqty_pWA1uE

Revista Time nombra al Papa Francisco “Persona del Año 2013”

Papa Francisco Time

Nueva York, 11 Dic. 13 / 08:10 am  (ACI/EWTN Noticias). -Esta mañana, la revista Time anunció al Papa Francisco como el “Personaje del Año” 2013, uno de los ránkings más esperados por la opinión pública estadounidense y el más popular a nivel mundial.

Al difundir la portada de su último número de este año con una ilustración del Santo Padre, la revista fundamentó su elección explicando que el primer Pontífice latinoamericano se convirtió en la nueva voz de la conciencia”.

La editora de la revista, Nancy Gibbs, explica en un video que desde su llegada al Vaticano, el Papa Francisco cambió “el tono, la percepción y el enfoque de una de las instituciones más grandes del mundo”.

“Raramente algún nuevo jugador de la escena mundial captó tanta atención tan rápido -jóvenes y viejos, creyentes y escépticos- como el Papa Francisco. En sus nueve meses en el cargo, se instaló bien al centro de los temas centrales de nuestra época: sobre la riqueza y la pobreza, lo justo y la justicia, transparencia, modernidad, globalización, el rol de la mujer, la naturaleza del matrimonio, las tentaciones del poder”, explica Gibbs.

En un amplio artículo difundido en su sitio web, Time asegura que “por haber trasladado el pontificado del palacio a las calles, comprometer a la mayor religión del mundo a enfrentar sus necesidades más profundas y equilibrar el juicio con la misericordia, el Papa Francisco es la Persona del Año 2013 de TIME”.

Para Time, “centrándose en la compasión, el líder de la Iglesia Católica se ha convertido en una nueva voz de la conciencia” y destaca que “por estos días es estimulante escuchar a un líder decir cualquier cosa que moleste a alguien”.

“Hoy, liberales y conservadores enfrentan por igual una elección cuando escuchan a una nueva voz de la conciencia: qué es más importante, ¿que este líder carismático dice cosas que ellos creen que es necesario decir o que también dice otras que preferirían no escuchar?”.

El último personaje representativo de los católicos en ser elegido Persona del Año por Time fue el Beato Juan Pablo II en 1994. Anteriormente, en 1962 el Beato Juan XXIII también logró el título y en 1981 el polaco Lech Walesa se hizo con este reconocimiento.

El año pasado, Time eligió al Presidente Barack Obama.

La Portada de Time

La célebre portada de la revista Time presenta una ilustración digital del Papa Francisco elaborada por el artista Jason Seiler, un pintor clásico experto en óleo que ahora “pinta” en una pantalla LCD. Time detalla el proceso de más de 70 horas de trabajo aquí.

Tomado de: http://www.aciprensa.com/noticias/revista-time-nombra-al-papa-francisco-la-persona-del-ano-2013-93562/?utm_source=twitterfeed&utm_medium=twitter&utm_campaign=Feed:+noticiasaci+(Noticias+de+ACI+Prensa)#.UqiDk5WA1uF

REFLEXIÓN PARA EL SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO 08-12-13

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La liturgia continúa su recorrido por el Adviento y nos hallamos en el segundo domingo. La liturgia para el primer domingo nos traía como tema principal la espera de la segunda venida del Señor, el “mañana”, el sentido escatológico del Adviento. Por eso la liturgia nos invitaba a estar “vigilantes”, en espera.

En esta segunda semana el tema de las lecturas es la venida del Señor en el tiempo presente, el “hoy”. La liturgia de este domingo nos invita a la conversión, que es la nota predominante de la predicación de Juan el Bautista en el Evangelio que leemos hoy (Mt 3,1-12) y se proyectará hasta la tercera semana de Adviento. Durante esta semana la liturgia nos exhorta a reflexionar sobre las palabras de Juan: “Una voz grita en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos’”, porque Jesús llega. Mateo nos quiere dejar saber que la actividad de Juan es el cumplimiento de la profecía de Isaías, y para eso echa mano de un texto del profeta (40,3-5): “¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor”.

Y, ¿qué mejor manera de “preparar el camino” que buscando reconciliarnos con el Señor? En aquél entonces Juan predicaba un “bautismo de conversión para perdón de los pecados” como preparación para la llegada del Salvador. Hoy, durante esta segunda semana de Adviento, la Iglesia nos invita a acudir al sacramento de la reconciliación, que nos reconcilia con Dios y nos devuelve la amistad que habíamos perdido por el pecado. De este modo, cuando llegue la Navidad, estaremos en posición de unirnos sacramentalmente con Jesús y nuestros hermanos en la Eucaristía, del mismo modo que los discípulos de Juan Bautista estuvieron en disposición de recibir y aceptar a Jesús cuando se hizo entre ellos.

Durante esta semana podemos buscar en los diferentes templos que tenemos cerca, los horarios de confesiones disponibles, para que cuando llegue la Navidad, estemos bien preparados interiormente, uniéndonos a Jesús y a nuestros hermanos en la Eucaristía. No dejemos pasar esta oportunidad que se nos brinda. El momento es AHORA. ¡Anda, anímate!

“Oh Dios, Padre nuestro: Ahora en nuestro tiempo sabemos cómo perforar montañas, y nivelar colinas para construir autopistas, pero hemos perdido el camino que nos lleva al corazón de los otros y hacia ti. Que tu Hijo venga a nosotros para hacernos lo bastante creativos y audaces para construir avenidas de justicia y amor que nos hagan encontrarnos los unos a los otros y encontrarte a ti, nuestro Dios vivo. Te lo pedimos en el nombre de aquél a quien esperamos y que nos espera, Jesucristo nuestro Señor” (Oración Colecta).

REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO 07-12-13

La mies es abundante y los obreros pocos

El profeta Isaías continúa prefigurando al Mesías. En la primera lectura para hoy (Is 30,19-21.23-26), el profeta nos dice: “Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada, ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: ‘Éste es el camino, camina por él’”. Esta última frase nos evoca la palabra griega utilizada en las Escrituras para “conversión” (metanoia), que literalmente se refiere a una situación en que un trayecto ha tenido que volverse del camino en que andaba y tomar otra dirección.

Así, vemos cómo en esta lectura también se adelanta el llamado a la conversión que caracteriza la segunda semana de Adviento, que comenzará mañana con la predicación de Juan Bautista: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”.

El relato evangélico de hoy (Mt 9,35–10,1.6-8) nos presenta a un Jesús que se apiada a la voz del gemido de su pueblo y le responde. Así, la lectura nos dice que “recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias”. Continúa diciendo la lectura que Jesús, “al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”.

Este pasaje destaca otra característica de Jesús: que no se comporta como los rabinos y fariseos de su tiempo, no espera que la gente vaya a Él, sino que Él va  a la gente a anunciar la Buena Nueva (Evangelio) del Reino.

Luego de darnos un ejemplo de lo que implica la labor misionera (“enseñar”, “curar”), nos recuerda que solos no podemos, que necesitamos ayuda de lo alto: “rogad, pues al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”. Podemos ver que la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles no se limita a ellos; está dirigida a todos nosotros. En nuestro bautismo fuimos ungidos sacerdotes, profetas y reyes. Eso nos llama a enseñar, anunciar el reino, y sanar a nuestros hermanos. Esa es nuestra misión, la de todos: sacerdotes, religiosos, y laicos.

“Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca”. Sí, el Señor quiere que todos se salven, esa es su misión, nuestra misión. Pero para poder llevar a cabo esa misión, primero tenemos que experimentar nosotros mismos la conversión, que se asocia al arrepentimiento; mas no un arrepentimiento que denota culpa o remordimiento, sino que es producto de una transformación entendida como un movimiento interior, en lo más profundo de nuestro ser, nuestra relación con Dios, con nuestro prójimo y nosotros mismos, iluminados y ayudados por la Gracia Divina. Solo así podremos “contagiar” a nuestros hermanos y lograr su conversión.

En este tiempo de Adviento, roguemos al dueño de la mies que derrame su Gracia sobre nosotros para poder convertirnos en sus obreros.

REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO – 06-12-13

Ten compasion de nosotros...

Isaías, el profeta del Adviento, sigue dominando la liturgia para este tiempo tan especial. En la primera lectura de hoy (Is 29,17-24), el profeta anuncia que “pronto, muy pronto… oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos”. Ese prodigio, entre otros, se convertirá en el signo de que el Mesías ha llegado.

En el relato evangélico seguimos con Mateo, que nos presenta a Jesús abriendo los ojos de dos ciegos (Mt 9,27-31). Así se da el cumplimiento de la profecía de Isaías, lo que prueba que los tiempos mesiánicos ya han llegado con la persona de Jesús de Nazaret. Y como en tantos otros casos, la fe es un factor esencial para que se efectúe el milagro: “Jesús les dijo: ‘¿Creéis que puedo hacerlo?’ A lo que ellos replicaron: ‘Sí, Señor.’ Entonces les tocó los ojos, diciendo: ‘Que os suceda conforme a vuestra fe.’ Y se les abrieron los ojos”. A pesar de que Jesús les “ordenó severamente” que no contaran su curación milagrosa a nadie (el famoso “secreto mesiánico), ellos, “al salir, hablaron de él por toda la comarca”.

Los ciegos del relato creyeron en Jesús y creyeron que Él podía curar su ceguera. Y su fe fue recompensada. Tuvieron un encuentro personal con Jesús y sintieron su poder. La actitud de ellos de salir a contar a todos lo sucedido es la reacción natural de todo el que ha tenido un encuentro personal con Jesús. El que ha tenido esa experiencia siente un gozo, una alegría, que tiene que compartir con todo el que encuentra en su camino. Es la verdadera “alegría del cristiano”.

Nuestro problema es que muchas veces nos conformamos con una imagen estática de Jesús, nuestra relación con Él se limita a ritos, estampitas, imágenes y crucifijos, y no abrimos nuestros corazones para dejarle entrar, para tener un encuentro personal, íntimo con Él, para sentir el calor de su abrazo; ese abrazo en el que hayamos descanso para nuestras almas (Mt 11,29).

En ocasiones miramos a nuestro alrededor y vemos el caos, la violencia, el desamor que aparenta reinar en nuestro entorno, y pensamos que las promesas de Isaías no se han cumplido. Eso es señal de que no hemos tenido ese encuentro personal con Jesús, porque si lo hubiésemos tenido, estaríamos gritándolo a los siete vientos; y contagiaríamos a otros con ese gozo indescriptible hasta convertirlo en una epidemia de amor.

Apenas estamos comenzando el Adviento, y como nos dijera el papa emérito Benedicto XVI hace exactamente un año, el Adviento “nos invita una vez más, en medio de muchas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está presente: Él ha venido al mundo, convirtiéndose en un hombre como nosotros, para traer la plenitud de su designio de amor. Y Dios exige que también nosotros nos convirtamos en una señal de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor, Él quiere entrar en el mundo siempre de nuevo, y quiere siempre de nuevo hacer resplandecer su Luz en la noche”.

REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO 05-12-13

construyo sobre piedra

“Cualquiera que piense que sentarse en una iglesia le convierte en cristiano, también debe pensar que sentarse en un garaje le convierte en automóvil”. Hace un  tiempo leí esto en el muro de uno de mis contactos en Facebook. Y no pude menos que pensar en la frase de Jesús que marca el comienzo de la lectura evangélica que nos propone la liturgia para hoy (Mt 7,21.24-27): “No todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo”. Como hemos dicho en ocasiones anteriores, no basta con creer en Dios, pues el mismo demonio cree en Dios. Hay que “creerle” a Dios.

La primera lectura de hoy (Is 26,1-6) nos habla de una ciudad fuerte, amurallada con doble defensa para protegernos de los enemigos. Y en ella entrará todo aquel que practique la justicia y el derecho, ese pueblo cuyo ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en Dios. “Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua”. Esa imagen de la “roca” que se repite en el Antiguo Testamento (Cfr. Salmo 94), y nos transmite esa sensación de seguridad que solo Dios puede brindarnos. La Roca que es capaz de resistir el viento, el agua y la tempestad, y permanecer inamovible.

Los exégetas ven en esta figura de la ciudad amurallada una imagen de la Iglesia, que alberga al pueblo santo de Dios, representado por el “pueblo justo, que observa la lealtad”, cuyo “ánimo está firme y mantiene la paz”.

Jesús echa mano de esa figura para describir lo que espera de nosotros mediante la parábola de los hombres que construyeron, uno sobre roca, y el otro sobre arena: “El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente”.

Jesucristo es nuestra roca, el baluarte en que nos ponemos a salvo. Y Él es la Palabra encarnada, la que ha de hacerse uno con nosotros al nacer de las purísimas entrañas de María. De nada nos sirve escuchar su Palabra si no la hacemos parte de nuestras vidas, si no la ponemos en práctica. Las palabras se las lleva el viento; la conversión de corazón resiste las tormentas de las tentaciones y las pruebas, y nos hace acreedores a la filiación divina. “Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,49-50).

Hoy debemos preguntarnos: ¿Cómo están los cimientos de mi fe? ¿Me conformo con “orar”, “oír” misa, y “recibir” los sacramentos, o estoy dispuesto a aceptar la voluntad del Padre? Señor, en este tiempo de Adviento, acrecienta mi fe para poder recibir la Palabra en mi corazón, y cumplir tu voluntad.