Que la Navidad no te genere estrés: Ser es más que tener

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Ya estamos contando los días… se acerca la Navidad y para muchas personas esta temporada representa momentos de estrés: comprar regalos, decorar la casa con el ambiente navideño, pensar en la comida que se preparará y más y más. Todo apunta a pensar que es más importante TENER que SER.

¡Cuántos de nosotros hemos pensado así alguna vez! No debemos olvidar que detrás de acontecimientos con repercusiones personales, familiares, incluso históricas y relevantes, suele haber dolor. La época de Navidad trae a la memoria estos sucesos con más intensidad, tal vez por ser un tiempo especial, sinónimo de unión familiar, alegría, amor, atención, generosidad y perdón.

Que esta Navidad sea un motivo “entre tú y yo”

Valdría la pena practicar la virtud de la amabilidad, palabra que encierra todo aquello que nos gustaría encontrar en las personas más próximas, durante todos los días del año; una cualidad que nos hace delicados y cariñosos en el trato con los otros.

En la época navideña, el pesebre es un vivo reflejo de ella; en él se percibe el tono tranquilo en el que los protagonistas interactúan en momentos difíciles. Esa es, precisamente, la actitud que deberíamos asumir en las adversidades familiares que se nos presentan. Constituye el mejor ejemplo del significado de ese “Entre tú y yo” que queremos exaltar en esta Navidad y siempre.

Esta virtud, que debe estar presente en el entramado de la convivencia, crea un ambiente familiar donde cada uno se siente importante, útil, amado y valorado.

En muchos casos su ausencia es notoria, pues las relaciones interpersonales se tornan tensas y dificultan el trato con quienes nos rodean, generando que se sientan ofendidas y poco queridas las personas que más amamos: nuestra familia.

La cordialidad y las virtudes relacionadas con ella, armonizan todos los aspectos de la vida diaria: el hogar, el trabajo, el tráfico, los vecinos… Son opuestas, por su misma naturaleza, al egoísmo, al malhumor, la falta de educación, el desorden, el vivir sin tener en cuenta los gustos, preocupaciones e intereses de los demás.

En el trato diario, con una sonrisa oportuna, con un pequeño gesto amable, se abren las puertas del corazón de muchas personas que pueden estar cerradas al diálogo o a la comprensión. La amabilidad anima el desempeño en el trabajo y ayuda a superar las numerosas contradicciones que nos muestra la vida.

Una persona que se deja llevar habitualmente de la tristeza y del pesimismo; que es brusca en el trato con los otros, que no lucha por salir de ese estado, será molesta e incómoda para los demás. La delicadeza, la cortesía, el cariño, enriquece a los otros porque son expresiones de una riqueza interior que no se improvisa y que en esta época surgen de la alegría de la Navidad.

Por eso, esta es una invitación a que aprovechemos la época tan especial que se acerca para practicar la mejor muestra de amabilidad: una sonrisa, pues quien sonríe acoge, produce confianza, hace de su rostro una casa en la que los demás tienen cabida y, por eso mismo, es causa y origen del cariño. Un abrazo, pues con él estamos demostrando acogida, agrado, regocijo y la dicha de saber que no estamos solos. Un apretón de manos, como expresión de afecto, de bienvenida, de complacencia por sentir que alguien más comparte con nosotros la alegría de la vida.

¡Ojalá en esta Navidad no desaprovechemos ese don, porque se trata de compartir amablemente ‘entre tú y yo’!

Marcela Ariza de Serrano

Artículo originalmente publicado por lafamilia.info

REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (1) 06-11-21

“Ganaos amigos con el dinero injusto”.

La lectura evangélica que contemplamos hoy es conclusión de la parábola del “administrador astuto” que leíamos ayer. Jesús no se cansa de advertirnos contra los peligros de la riqueza, que puede desviar nuestra atención de las cosas que tienen verdadero valor (las cosas del Reino), y convertirse en un obstáculo para nuestra salvación. De ahí que en el Evangelio de hoy (Lc 16,9-15) nos diga: “Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”. Ayer decíamos que la palabra utilizada en el texto original que ha sido traducida como “dinero”, es mammón, palabra aramea de origen fenicio que se refiere a aquella riqueza que ejerce tanta influencia sobre la persona al punto que la envilece, la esclaviza, al punto de convertirse en un dios.

El mensaje de Jesús es claro: el dinero no es el “verdadero bien”. La riqueza material puede que nos haga “tener”, pero eso no nos da la felicidad. La verdadera riqueza, la verdadera felicidad, está en conocer a “aquel que me conforta” y sabernos amados por Él. Pablo lo entendió a cabalidad (Fil 4,13).

Hoy Jesús nos dice que el dinero puede “servir” y llegar así a ser un símbolo del amor. “Ganaos amigos con el dinero injusto”. En el fondo, ésta aseveración paradójica parece ser el sentido profundo de la parábola del “administrador astuto”. Con una pedagogía rayando en el humor, la parábola acumula las cuatro “apreciaciones” desarrolladas aquí: un “no importante”, un “bien ajeno”, un “bien mal adquirido”, “con el cual se puede servir”. Cuando lo analizamos Jesús parece decir: ¡tanto mejor si tu cofre se llena con tal que se vacíe a medida que se llena!

Si tenemos la dicha de vivir en la abundancia, seamos agradecidos y compartámoslo con el que no tiene, “para que, cuando [nos] falte, [nos] reciban en las moradas eternas”. Porque sirviendo a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados, servimos a Cristo (Mt 25,40). Si nos encontramos en necesidad, demos gracias a Dios por todas sus bendiciones, pero sobre todo por su amor infinito y, con la confianza de un hijo que se dirige a su padre, imploremos su ayuda y misericordia infinitas.

“Todo lo puedo en aquel que me conforta” …

Que pasen un hermoso fin de semana en la paz del Señor, y no olviden visitar su Casa. Él los espera con los brazos abiertos.