REFLEXIÓN PARA EL TERCER DOMINGO DEL T.O. (B) 26-01-15

Pescadores de hombres 3 sm

Las lecturas que nos presenta la liturgia para este tercer domingo de tiempo ordinario tienen como tema principal el llamado a la conversión.

La primera lectura (Jon 3,1-5.10) nos narra el episodio de la conversión de Nínive. Yahvé envió a Jonás a profetizar a Nínive: “Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo”. Jonás se sintió sobrecogido por la magnitud de la encomienda, pues Nínive era una ciudad enorme para su época, de unos ciento veinte mil habitantes, que se requerían tres días para cruzarla. Jonás cruzó la ciudad proclamando: “¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!”.

Nos dice la lectura que “creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.  Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó”.

La lectura evangélica (Mc 1, 14-20) nos presenta a Jesús comenzando a predicar la Buena Nueva del Reino, haciendo un llamado a la conversión, y reclutando sus primeros discípulos. Al igual que hizo con los de Nínive y los de Galilea, Dios nos llama continuamente a la conversión, a abandonar nuestra vida de pecado y abrazar la Ley del Amor. “El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes” (Sal 24).

El Evangelio nos dice que luego del arresto de Juan el Bautista, “Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: ‘Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio’”.

Jesús vino a proclamar la Buena Nueva del Reino a todas las naciones, no solo a los suyos. Él sabe que su tiempo en esta tierra es corto, que su hora está cerca. Hemos visto en los evangelios que hemos estado leyendo durante la pasada semana cómo desde los comienzos de su predicación ya su suerte estaba decida. La tarea es monumental, por eso necesita de “ayudantes” que continúen el anuncio de la Buena Noticia del Reino (Cfr. Mc 16,15).

Por eso el Evangelio de hoy nos presenta la vocación (“llamado”) los primeros discípulos: Simón (Pedro) y su hermano Andrés, y Santiago y su hermano Juan. Nos dice la Escritura que los cuatro, sin vacilar, dejaron las redes, y los segundos incluso dejaron a su padre (Cfr. Lc 14,26), para seguir a Jesús.

Ese llamado a la conversión, unido a la invitación a convertirnos en “pecadores del hombres” se ha seguido repitiendo de generación en generación hasta llegar a nosotros hoy. Así hemos recibido nuestra fe, así hemos comenzado nuestro proceso de conversión (que no termina hasta el día de nuestra muerte); porque alguien, ya bien sea nuestros padres, o un(a) catequista, un sacerdote, una religiosa, o un laico comprometido, nos “pescó”, nos habló del Reino y de la Ley del Amor que lo rige.

Te invito a visitar la Casa del Padre hoy. Y no olvides dejar a la entrada del templo tus “redes” viejas que solo sirven para pescar cosas de este mundo, y aceptar la invitación de Jesús de convertirte en “pescador(a) de hombres”. Anda, ¡Atrévete!

REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (1) 23-01-15

id a todo el mundo

La lectura evangélica que contemplamos hoy nos ofrece la versión de Marcos de la elección de los “doce” (Mc 3,13-19). Hasta este momento los discípulos de Jesús eran cinco: Simón y su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan, y Leví (Mateo).

Nos narra el pasaje que Jesús “mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él”. Para los judíos la montaña es siempre lugar de encuentro con Dios, de oración; por eso es lugar de toma de decisiones. De hecho, el paralelo de Lucas (6,12-16) comienza diciendo que “por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios”, y entonces “llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles”.

Vemos cómo Jesús vivió toda su vida en un ambiente de oración; su vida se nutría de ese constante diálogo amoroso con el Padre. Y eso incluía hacer al Padre parte del proceso de tomar las decisiones importantes. Jesús es Dios, y aun así contaba con el concurso del Padre, y estaba siempre dispuesto a acatar Su voluntad (Cfr. Lc 22,42). Y tú, ¿consultas al Padre en oración cada vez que vas a tomar una decisión, o confías solo en tus capacidades humanas?

Continúa diciendo el pasaje de hoy que Jesús “llamó” a los que Él quiso. Característica principal de la vocación (“vocación” quiere decir “llamado”). La iniciativa SIEMPRE es de Dios. Es Él quien llama y capacita a los que escoge. Nos dice además la Escritura que aquellos a quienes llamó “se fueron con él”. Aceptaron el llamado.

Aceptado el llamado, “a doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce”. Los “envió”. La palabra griega para “enviado” es “apóstol”. Y su primera encomienda fue “predicar”, hacer el anuncio de Reino, que fue también la misión primordial de Jesús. Lo dijo al comienzo de su misión (Mc 1,38), y se lo repetirá a los apóstoles al final, antes de ascender a la derecha del Padre (Mc 16,15): “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”.

El número de “doce” que Jesús escogió para instituir como apóstoles tampoco es casualidad. En la mentalidad y cultura judías el número doce es número de “elección”. El mismo nos remite a las doce tribus de Israel que fueron la base del Pueblo judío. Del mismo modo, ahora Jesús instituye el “nuevo Pueblo de Dios”, la Iglesia, edificada sobre el cimiento de los doce apóstoles (Cfr. Ef, 2,20). De ahí que cuando recitamos el Credo de los apóstoles decimos que la Iglesia es “apostólica”.

Y aunque nosotros no somos sucesores de los apóstoles, como los obispos, somos miembros de una comunidad de fe, la Iglesia fundada por Jesucristo sobre el fundamento de los apóstoles, Iglesia “Apostólica”. Así, cuando celebramos la Eucaristía nos unimos a Él como lo hicieron aquél día los “doce”, y al final de la misa se nos “envía” a predicar la Buena Noticia del Reino. ¡Atrévete!

REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (1) 12-01-15

Pescadores de hombres 4

Con la celebración del Bautismo del Señor en el día de ayer, concluyó el Tiempo de Navidad. Hoy comenzamos el Tiempo Ordinario. Corresponde a este año el Ciclo B. Y para el primer lunes de este tiempo, la liturgia nos presenta como primera lectura el comienzo de la carta a los Hebreos (1,1-6). Esta lectura nos “aterriza” en la plenitud de los tiempos y la llegada del Hijo que es la Palabra, y lo que esa Palabra implica: “En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo”.

Y para que no quede duda de quién es ese “Hijo”, nos remite al Evangelio que leyéramos ayer, en la celebración del Bautismo del Señor (Lc 3,16-16.21-22): “Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: ‘Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado’, o: ‘Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo’? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: ‘Adórenlo todos los ángeles de Dios’”.

No hay duda, Jesús ha llegado, se ha manifestado en dos epifanías distintas, y ha comenzado su misión. Juan ha sido arrestado. Jesús comienza a predicar la Buena Nueva del Reino, haciendo un llamado a la conversión. La tarea es formidable. Llegó el momento de reclutar sus primeros discípulos, y la lectura evangélica que nos lanza de lleno en el Tiempo Ordinario, nos narra ese episodio (Mc 1,14-20).

Se trata de la vocación (“llamado”) de Simón (Pedro) y su hermano Andrés, y Santiago y su hermano Juan (los hijos del Zebedeo). Jesús escoge sus primeros discípulos de entre los pescadores, y utiliza la pesca, y el lenguaje de la pesca, para simbolizar la tarea que les espera a los llamados. Nos dice el pasaje que a los primeros les dijo “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Siempre que escucho esta frase recuerdo a un párroco español que tuvimos en nuestra comunidad por muchos años, que en su inglés de Castilla la Vieja describía nuestra misión como “fishing and fishing”.

La escritura no nos dice qué le dijo a los segundos, pero debe haber sido algo similar. Lo cierto es que los cuatro, sin vacilar, dejaron las redes, y los segundos incluso dejaron a su padre (Cfr. Lc 14,26), para seguir a Jesús. Y ese seguimiento implicaba, por supuesto, aceptar el reto que Jesús les lanzó junto con la invitación: convertirse en “pescadores de hombres”. Esto nos evoca el pasaje de Jeremías (20,7): “¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir!” De nuevo esa mirada… ¡imposible de resistir!

Como hemos dicho en ocasiones anteriores, el seguimiento de Jesús tiene que ser radical, no hay términos medios (Cfr. Ap 3,15-16). Con ese pensamiento comenzamos el Tiempo Ordinario. Esa es la prueba de fuego para determinar si verdaderamente vivimos la Navidad, o si simplemente nos limitamos a celebrarla. Jesús nos llama a ser pescadores de hombres, pero ello implica dejar nuestras “redes” que solo nos sirven para pescar las cosas del mundo. ¿Estamos dispuestos a aceptar el reto?