REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O (2) 05-11-22

Ruinas de la ciudad de Filipos, hogar de la comunidad a la que Pablo dirige su carta.

En la primera lectura para hoy (Fil 4,10-19) Pablo continúa dirigiéndose a la comunidad de Filipos desde la prisión. Está contento porque acaba de recibir una ayuda económica de parte de ellos. Solo el que ha estado en prisión comprende la alegría que causa recibir un paquete, cualquier cosa, de parte de sus amigos o familiares. Por eso les da las gracias.

Pablo les agradece la ayuda, pero recalca que aunque está contento de recibirla, él no necesita de bienes materiales, ni para predicar el Evangelio ni para ser feliz: “Yo he aprendido a arreglarme en toda circunstancia. Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta”. Él encontró a Cristo y ya no necesita nada más. “Todo lo puedo en aquel que me conforta”…

Podrá estar tras unas rejas, pero el conocimiento de Jesús, y del amor de Dios, que es “la verdad”, lo hace sentirse libre (Jn 8,32). En otras palabras, Pablo ha encontrado la verdadera libertad. Ello le permite ser feliz en cualquier situación, en la hartura y la abundancia (y da gracias), o en el hambre y la privación (y no se queja, porque solo Cristo le basta). “Todo lo puedo en aquel que me conforta”… “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11,28). Como decía santa Teresa de Ávila: “quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta”. Los que me conocen bien, saben lo cerca que me toca esta lectura…

Es por eso tal vez que Jesús no se cansa de advertirnos contra los peligros de la riqueza, que puede desviar nuestra atención de las cosas que tienen verdadero valor (las cosas del Reino), y convertirse en un obstáculo para nuestra salvación. De ahí que en el Evangelio de hoy (Lc 16,9-15) nos diga: “Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”.

El mensaje de Jesús es claro: el dinero no es el “verdadero bien”. La riqueza material puede que nos haga “tener”, pero eso no nos da la felicidad. La verdadera riqueza, la verdadera felicidad, está en conocer a “aquel que me conforta” y sabernos amados por Él. Y Pablo lo entendió a cabalidad.

Si tenemos la dicha de vivir en la abundancia, seamos agradecidos y compartámoslo con el que no tiene, “para que, cuando [nos] falte, [nos] reciban en las moradas eternas” (Lc 16,9). Porque sirviendo a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados, servimos a Cristo (Mt 25,40). Si nos encontramos en necesidad, demos gracias a Dios por todas sus bendiciones, pero sobre todo por su amor infinito y, con la confianza de un hijo que se dirige a su padre, imploremos su ayuda y misericordia infinitas.

“Todo lo puedo en aquel que me conforta”…

REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA VIGÉSIMA OCTAVA SEMANA DEL T.O. (1) – MEMORIA OBLIGATORIA DE SANTA TERESA DE JESÚS 15-10-21

Cuidado con la levadura de los fariseos (o sea, con su hipocresía).

Celebramos la memoria obligatoria de Santa Teresa de Jesús, también conocida como Teresa de Ávila. Para una reflexión sobre las lecturas propias de la memoria, les invitamos a leer nuestro comentario anterior al respecto.

Hoy comentaremos sobre las lecturas de feria que nos propone el Calendario litúrgico pastoral para nuestra Provincia eclesiástica.

Una antigua historia de los indios norteamericanos cuenta que una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas y le dijo:

“Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros”.

“Uno es Malvado – Es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego..”

“El otro es Bueno – Es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe”.

El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo:

“¿Qué lobo gana?”

El viejo Cherokee respondió,

“Aquél al que tú alimentes”.

De ese mismo modo dentro de cada uno de nosotros se libra una batalla entre dos “cristianos” distintos que habitan en nuestro interior: De un lado el “fariseo” (las raíces del fariseísmo no desaparecieron con el advenimiento del cristianismo) que se concentra en el cumplimiento ritual, “practica” los sacramentos y se le ve en todas las celebraciones litúrgicas con un aire de santidad, mientras mira con desdén, orgullo, aire de superioridad y ego engrandecido a todos los “pecadores”. De otro lado habita aquél que está siempre atento a la escucha la Palabra de Dios, permite que esa Palabra penetre en lo más profundo de su ser, haciéndole reconocer su pequeñez e incapacidad de obtener la salvación por sus propios medios y méritos, y está siempre en actitud de benevolencia, compasión, acogida y misericordia hacia los hermanos.

En la lectura evangélica de hoy (Lc 12,1-7) Jesús previene a sus discípulos (a nosotros) contra el fariseísmo: “Cuidado con la levadura de los fariseos (o sea, con su hipocresía). Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea. A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo”.

Nos está diciendo, no solo que temamos a “la levadura” de los fariseos, o sea, su hipocresía, sino que nos aseguremos de no sucumbir a la tentación de “alimentar” el fariseísmo, la hipocresía de creernos superiores a los demás, porque a la larga nuestros propios actos nos acusarán ya que “nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse”.

Esta lectura, aunque toma la forma de una diatriba en contra de los fariseos, es en realidad una invitación a que alimentemos a ese “lobo” que habita en nosotros que es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe, del que le hablaba el abuelo Cherokee a su nieto.

¿A quién vamos a temer? ¿Al “qué dirán” de los demás, o al que tiene poder para matar y después echar al infierno? En otras palabras, ¿a cuál de los dos “lobos” vamos a alimentar?

REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O (2) 07-11-20

Ruinas de la ciudad de Filipos, hogar de la comunidad a la que Pablo dirige su carta.

En la primera lectura para hoy (Fil 4,10-19) Pablo continúa dirigiéndose a la comunidad de Filipos desde la prisión. Está contento porque acaba de recibir una ayuda económica de parte de ellos. Solo el que ha estado en prisión comprende la alegría que causa recibir un paquete, cualquier cosa, de parte de sus amigos o familiares. Por eso les da las gracias.

Pablo les agradece la ayuda, pero recalca que aunque está contento de recibirla, él no necesita de bienes materiales, ni para predicar el Evangelio ni para ser feliz: “Yo he aprendido a arreglarme en toda circunstancia. Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta”. Él encontró a Cristo y ya no necesita nada más. “Todo lo puedo en aquel que me conforta”…

Podrá estar tras unas rejas, pero el conocimiento de Jesús, y del amor de Dios, que es “la verdad”, lo hace sentirse libre (Jn 8,32). En otras palabras, Pablo ha encontrado la verdadera libertad. Ello le permite ser feliz en cualquier situación, en la hartura y la abundancia (y da gracias), o en el hambre y la privación (y no se queja, porque solo Cristo le basta). “Todo lo puedo en aquel que me conforta”… “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11,28). Como decía santa Teresa de Ávila: “quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta”. Los que me conocen bien, saben lo cerca que me toca esta lectura…

Es por eso tal vez que Jesús no se cansa de advertirnos contra los peligros de la riqueza, que puede desviar nuestra atención de las cosas que tienen verdadero valor (las cosas del Reino), y convertirse en un obstáculo para nuestra salvación. De ahí que en el Evangelio de hoy (Lc 16,9-15) nos diga: “Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”.

El mensaje de Jesús es claro: el dinero no es el “verdadero bien”. La riqueza material puede que nos haga “tener”, pero eso no nos da la felicidad. La verdadera riqueza, la verdadera felicidad, está en conocer a “aquel que me conforta” y sabernos amados por Él. Y Pablo lo entendió a cabalidad.

Si tenemos la dicha de vivir en la abundancia, seamos agradecidos y compartámoslo con el que no tiene, “para que, cuando [nos] falte, [nos] reciban en las moradas eternas” (Lc 16,9). Porque sirviendo a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados, servimos a Cristo (Mt 25,40). Si nos encontramos en necesidad, demos gracias a Dios por todas sus bendiciones, pero sobre todo por su amor infinito y, con la confianza de un hijo que se dirige a su padre, imploremos su ayuda y misericordia infinitas.

“Todo lo puedo en aquel que me conforta”…

REFLEXIÓN PARA LA MEMORIA OBLIGATORIA DE SANTA TERESA DE JESÚS, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA 15-10-19

Hoy celebramos la memoria obligatoria de Santa Teresa de Jesús, también conocida simplemente como Teresa de Ávila, virgen y doctora de la Iglesia, mística y fundadora de las Carmelitas Descalzas. Es una de las tres doctoras de la Iglesia. Las otras dos son Santa Catalina de Siena y Santa Teresita del Niño Jesús.

Aunque el calendario litúrgico pastoral para nuestra provincia eclesiástica propone las lecturas correspondientes al lunes XXVIII del tiempo ordinario, hoy comentaremos la lectura evangélica que nos propone la liturgia propia de la memoria (Mt 11,25-30). En ocasiones anteriores que hemos comentado sobre esta lectura nos hemos concentrado en el v. 28: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.

Las lecturas de hoy, sin embargo, nos hacen resaltar los vv. 25-26.9: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso”.

Ambos versículos son un eco de las primeras dos bienaventuranzas (Mt 5,3-4): “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra”. La pobreza de espíritu, que es del desapego de las cosas materiales, nos lleva a la mansedumbre, a la humildad, a no creernos superiores a los demás, a depender de la Providencia Divina. Solo entonces podremos abrir nuestros corazones al Espíritu Santo, que es el Amor que se profesan el Padre y el Hijo que se derrama sobre nosotros. Y ese amor es fuente de la verdadera Sabiduría.

La primera lectura (Eclo 15,1-6) nos apunta al origen de esa Sabiduría que caracterizó a las tres santas mujeres que mencionamos al principio, y que les valiera ser reconocidas como doctoras de la Iglesia sin tener grandes estudios teológicos; Sabiduría que “le saldrá al encuentro como una madre” al que logra ese grado de compenetración con el Misterio del Amor de Dios, que “lo ensalzará sobre sus compañeros, para que abra la boca en la asamblea”. Santa Teresa supo vivir el Amor de Dios a plenitud al punto de experimentar arrebatos místicos que le permitieron hacerse una con la fuente de todo Amor.

Teresa de Ávila supo también “cargar con el yugo” de Cristo, entregándose a vivir la verdadera pobreza evangélica y el rechazo, que la llevaron a impulsar grandes reformas en la Orden del Carmelo.

Cristo nos muestra el camino al Padre: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso”. Cfr. Sal 22,2.

“Oh Dios de vida y amor: Santa Teresa de Jesús fue profundamente consciente de qué manera tan especial tú vives en lo más profundo de nosotros mismos. Que ella nos ayude a vivir la vida de Jesús como sarmientos vivos unidos a la vid, que den fruto inagotable de justicia, bondad y amor” (oración colecta).