REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO – EXPECTACIÓN DEL PARTO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA 16-12-22

Faltan solamente ocho días para esa gran noche en que nuestro Señor y Salvador irrumpirá en la historia de la humanidad trayendo consigo la salvación, la Vida eterna, para compartirla con todos los que escuchen su Palabra y la pongan en práctica (Cfr. Lc 8,21).

La primera lectura, tomada del profeta Isaías (56,1-3a.6-8), nos anuncia que en los tiempos mesiánicos, contrario a la concepción judía, la salvación no alcanzaría solamente al “pueblo elegido”, sino a todos los que acepten Su mensaje: “A los extranjeros que se han unido al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, … los traeré a mi monte santo, los llenaré de júbilo en mi casa de oración, … porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos”. Otras versiones de este pasaje dicen: “los alegraré en mi casa de oración”.

Como vemos, la liturgia continúa el tono alegre, de celebración gozosa, de expectación que caracterizó el domingo gaudete, el tercer domingo de Adviento que marcó el comienzo de esta semana. Y dentro de este ambiente de expectación gozosa, la Provincia Eclesiástica de Puerto Rico celebra hoy la memoria obligatoria de la Expectación del parto de la Bienaventurada Virgen María.

Esta fiesta fue instituida en el siglo XVII (año 656), fijándose para ocho días antes de la Navidad, o sea, el 18 de diciembre (en Puerto Rico se celebra el 16 de diciembre). La razón que se dio para fijar esta festividad litúrgica fue que, como la Fiesta de la Anunciación cae dentro del tiempo penitencial de Cuaresma, lo que impide celebrarla con toda la solemnidad y el regocijo que merece, se imponía esta segunda fiesta para dar realce al misterio de la Encarnación del Verbo.

¿Y qué mejor tiempo para esta celebración que el Adviento, que está lleno del regocijo de la espera gozosa del nacimiento del Salvador? El tiempo de Adviento es definitivamente, auténtico mes de María, pues gracias a Ella, y a su Sí, que dio paso a la plenitud de los tiempos, podemos recibir a Cristo.

Esta festividad se conoce también como la de Nuestra Señora de la O, y Nuestra Señora de la Esperanza. Así, hoy es el santo de aquellas mujeres que se llaman María de la O, y Esperanza.

El primer nombre se deriva del hecho de que la fiesta comenzaba con las primeras vísperas, el día anterior, en las que se canta la primera de las antífonas mayores llamadas “O”, por comenzar todas ellas con esta exclamación. Con el tiempo, la religiosidad popular relacionó la “O” con el avanzado estado de embarazo de la Virgen para esta fecha, cuyo vientre se mostraba redondo como esa vocal.

La advocación de Nuestra Señora de la Esperanza es obvia, esta celebración es una de esperanza, porque la Virgen lleva en su vientre el Mesías que había sido esperado por los Patriarcas, los profetas y todo el Pueblo de Israel desde el momento de la caída (Gn 3,15).

Esta festividad debe estimularnos a ejercitar la virtud teologal de la esperanza, poniendo toda nuestra confianza en Jesús y María, para que no flaquee nuestra aspiración al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra.

Hoy es un buen día también para ofrecer nuestras oraciones y actos de piedad por todas las mujeres embarazadas, para que la Virgen las asista y proteja, así como por aquellas que experimentan dificultad para concebir, y para que no haya más abortos que cobren la vida de santos inocentes.

REFLEXIÓN PARA LA MEMORIA OBLIGATORIA DE LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA 21-11-22

Cuando la niña cumplió los tres años, Joaquín hizo llamar a “las doncellas hebreas que estén sin mancilla” para que la acompañaran al Templo en procesión…

Hoy celebramos la memoria obligatoria de la Presentación de la Santísima Virgen María, celebración que fue instituida para toda la Iglesia por el papa Sixto V en el siglo XIV. Esta antigua tradición, como muchas relacionadas con Nuestra Señora la Virgen María, no surge de las Sagradas Escrituras, sino de la Tradición, recogida en parte en los llamados Evangelios Apócrifos. Esta en particular, surge del “Protoevangelio de Santiago”, y del “Libro sobre la Natividad de María”, este último atribuido a San Jerónimo.

Según dicha tradición, cuando la Virgen María cumplió los tres años, San Joaquín y Santa Ana la llevaron al Templo en cumplimiento de una promesa que Ana había hecho de consagrar al Templo el fruto de su vientre si el Señor le concedía la gracia de concebir en su vientre estéril: “lo llevaré como ofrenda al Señor y estará a su servicio todos los días de su vida” (Protoevangelio de Santiago IV,1). Los nombres de los padres de la Virgen, a quienes la Iglesia venera como santos, tampoco aparecen en el Nuevo Testamento, sino que surgen de la Tradición recogida en los apócrifos.

Cuando la niña cumplió los tres años, Joaquín hizo llamar a “las doncellas hebreas que estén sin mancilla” para que la acompañaran al Templo en procesión, con “candelas encendidas”. Una imagen hermosísima. Sigue contando la Tradición que al llegar al Templo, el Sacerdote la recibió y, “después de haberla besado, la bendijo y exclamó: ‘el Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel’ (Cfr. Lc 1,48). Entonces la hizo sentar sobre la tercera grada del altar. El Señor derramó gracia sobre la niña, quien danzó con sus piececitos, haciéndose querer de toda la casa de Israel”. (Prot. Sant. VII,2-3).

Otras tradiciones relacionadas con la Virgen María que no aparecen en las Sagradas Escrituras, pero surgen de, o se recogen en, los evangelios apócrifos son: la Inmaculada Concepción, la fiesta de la Natividad de María, las circunstancias en que José advino su esposo, la vara de san José que floreció ante los otros pretendientes de María, el parto virginal de María, el nacimiento de Jesús en una cueva, la mula y el buey, y la Asunción de María.

Creemos prudente aclarar que los evangelios apócrifos no forman parte del canon o “índice” de los libros considerados como inspirados por Dios. Por ello no están incluidos en la Biblia. De ahí que no son considerados Palabra de Dios. No obstante, no están proscritos ni son considerados heréticos, por lo que los cristianos podemos leerlos, tomándolos por lo que son: historias piadosas que recogen la Tradición, unida a algunos relatos un tanto fantásticos. En otras palabras, no tenemos que creer todo lo que en ellos se relata. Para eso está el Magisterio de la Iglesia que nos guía y nos ayuda a discernir entre lo que es la Santa Tradición y lo que es fantasía.

En esta celebración de la Presentación de la Santísima Virgen en el Templo, pidamos su intercesión para que nos haga dignos de ser presentados ante el Templo de la nueva Jerusalén, que son el Señor Dios y el Cordero (Ap 21,22).

REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (2) MEMORIA OBLIGATORIA DE SAN MARTÍN DE PORRES 03-11-22

He tenido la dicha de orar sobre la tumba de este gran santo en varias ocasiones.

Una de las características del verdadero discípulo de Jesús que hemos enfatizado en numerosas ocasiones, es la radicalidad del seguimiento. Para el verdadero discípulo de Jesús no puede haber nada más importante que Él. No puede haber nada que se anteponga a Él; nada que “compita” con Él; nada que sea un obstáculo entre Él y nosotros.

En la primera lectura de hoy (Fil 3,3-8a) san Pablo comienza por describirse a sí mismo, y la posición privilegiada que ocupaba dentro del esquema social y religioso del pueblo judío: “circuncidado a los ocho días de nacer, israelita de nación, de la tribu de Benjamín, hebreo por los cuatro costados y, por lo que toca a la ley, fariseo; si se trata de intransigencia, fui perseguidor de la Iglesia, si de ser justo por la ley, era irreprochable”. A lo que yo añadiría que Saulo de Tarso venía de una familia de comerciantes acaudalada y, no solo era fariseo, sino que había estudiado en la escuela del maestro de fariseos más prestigioso de su época, llamado Gamaliel.

Pablo venía de un ambiente religioso basado en medios humanos, en el estricto cumplimiento de unas reglas de conducta, en unos “títulos”. Sin embargo, cuando tuvo aquél encuentro personal con Jesús en el camino a Damasco, su vida cambió. Lo abandonó todo por el Reino. “Todo eso que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo”.

No hay duda que Pablo está siguiendo el modelo evangélico del perfecto discípulo que nos presenta Jesús. Una vez conocemos a Jesús y optamos por el Reino, ya no hay marcha atrás (Cfr. Lc 9,62); no puede haber nada más importante. Todos los “valores” de este mundo son inútiles para nuestra salvación y, más aún, pueden convertirse en obstáculos. Por eso tenemos que estar dispuestos a desprendernos de ellos, dejarlos atrás, como el exceso de carga que se arroja por la borda del buque a punto de zozobrar para poder mantenerlo a flote. “Todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo”…

Hoy la Iglesia en Puerto Rico celebra la memoria de San Martín de Porres. Y al celebrar la persona y la vida de tan insigne santo de la Orden de Predicadores (Dominicos), que supo forjar su santidad desde la humildad y la humillación, haciéndose de ese modo grande ante los ojos de Dios.

Contrario a Saulo de Tarso, San Martín de Porres no pertenecía a la clase privilegiada; era un mulato bastardo que ingresó en la Orden de Predicadores (Dominicos) aún a sabiendas de que por su raza y condición social nunca se le permitiría ordenarse sacerdote, y ni tan siguiera ser fraile lego. Al entrar en la Orden lo hizo como “aspirante conventual sin opción al sacerdocio”, “donado”, realizando las labores más serviles en su comunidad. Martín sintió el llamado y no permitió que nada se interpusiera entre el seguimiento de ese llamado y él. Allí vivió una vida de obediencia, humildad, espiritualidad, castidad y entrega total al prójimo que le ganaron el respeto de todos y le hicieron acreedor a la santidad.

¡San Martín de Porres, ruega por nosotros!

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO, PATRONA DE LA ORDEN DE PREDICADORES 07-10-22

La fiesta de Nuestra Señora del Rosario, fue instituida por el Papa dominico san Pío V el 7 de octubre, en el aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto.

Hoy celebramos la memoria obligatoria (fiesta para nosotros los dominicos) de Nuestra Señora del Rosario, y nuestra Provincia Eclesiástica nos propone las lecturas propias de la celebración. Todas ensalzan la persona de María, especialmente en su dimensión orante.

Como primera lectura contemplamos Hc 1,12-14, que concluye con el colegio apostólico unidos en oración en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús. Como salmo se nos regala el hermoso cántico del Magníficat (Lc 1,46-55) y, para el evangelio, el pasaje de la Anunciación (Lc 1,26-38). ¡Un verdadero banquete mariano! Y todas las lecturas nos apuntan al papel protagónico de la Santísima Virgen María en la labor redentora de su hijo y en la historia de la salvación.

Estas lecturas son tan ricas que podríamos predicar un retiro espiritual sobre cada una de ellas.

Por el momento, nos limitaremos a señalar que la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, que fue instituida por el Papa dominico san Pío V el 7 de octubre, en el aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto (1571) atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario (originalmente se instituyó con el nombre de “Nuestra Señora de la Victoria”, y al año siguiente el Papa Gregorio XIII le cambió el nombre a la la fiesta por Nuestra Señora del Rosario.

La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

Según la tradición, la Madre de Dios, en persona, le enseñó a Santo Domingo de Guzmán a rezar el rosario en el año 1208 y le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la fe. Nuestro Padre Domingo de Guzmán había ido al sur de Francia para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía albingense.

Luego de varios intentos no muy exitosos en su afán de convertir a los albigenses, Domingo se sentía un tanto defraudado, mas no falto de fe. Para ese tiempo inició una orden religiosa para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se encontraba en Prouille, junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen. Fue en esta capilla en donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora que lo ayudara, pues sentía que no estaba logrando casi nada. Cuentan que mientras estaba en oración la Santísima Virgen se le apareció en la capilla. En su mano sostenía un rosario y le enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.

Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano. Efectivamente, lo predicó, y con gran éxito porque muchos albingenses volvieron a la fe católica.

Lamentablemente la situación entre albingenses y cristianos estaba además vinculada con la política, lo cual hizo que la cosa llegase a la guerra. Simón de Montfort, el dirigente del ejército cristiano y a la vez amigo de Domingo, hizo que éste enseñara a las tropas a rezar el rosario. Lo rezaron con gran devoción antes de su batalla más importante en Muret. De Montfort consideró que su victoria había sido un verdadero milagro y el resultado del rosario. Como signo de gratitud, De Montfort construyó la primera capilla a Nuestra Señora del Rosario.

Nuestra Señora del Rosario, ruega por nosotros.

Ver: http://www.corazones.org/maria/rosario_historia.htm

REFLEXIÓN PARA LA MEMORIA OBLIGATORIA DEL MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA 29-08-22

“Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía”.

Hoy celebramos la memoria obligatoria del martirio de Juan el Bautista. La lectura evangélica de hoy (Mc 6,17-29) nos presenta la versión de Marcos del martirio de Juan. Algunos ven en este relato un anuncio de la suerte que habría de correr Jesús a consecuencia de la radicalidad de su mensaje. Juan había merecido la pena de muerte por haber denunciado, como buen profeta, la vida licenciosa que vivían los de su tiempo, ejemplificada en el adulterio del Rey Herodes Antipas con Herodías, la esposa de su hermano Herodes Filipo. Jesús, al denunciar la opresión de los pobres y marginados, y los pecados de las clases dominantes, se ganaría el odio de los líderes políticos y religiosos de su tiempo, quienes terminarían asesinándolo.

Juan, el precursor, se nos presenta también como el prototipo del seguidor de Jesús: recio, valiente, comprometido con la verdad. La suerte que corrieron tanto Juan el Bautista como Jesús fue extrema: la muerte. Marcos coloca este relato con toda intención después del envío de los doce, para significar la suerte que podía esperarles a ellos también, pues la predicación de todo el que sigue el ejemplo del Maestro va a provocar controversia, porque va a obligar a los que lo escuchan a enfrentarse a sus pecados. De este modo, el martirio de Juan el Bautista se convierte también en un anuncio para los “doce” sobre la suerte que les espera.

Aunque nos parezca algo que ocurrió en un pasado distante, algunos se sorprenden al enterarse que todavía hoy, en pleno siglo XXI, hay hombres y mujeres valientes que pierden la vida por predicar el Evangelio de Jesucristo. De ese modo sus muertes se convierten en el mejor testimonio de su fe. De hecho, la palabra “mártir” significa “testigo”.

Hemos dicho en innumerables ocasiones que el seguimiento de Jesús no es fácil, que el verdadero discípulo de Jesús tiene que estar dispuesto a enfrentar el rechazo, la burla, el desprecio, la difamación, a “cargar su cruz”. Porque si bien el mensaje de Jesús está centrado en el amor, tiene unas exigencias de conducta, sobre todo de renuncias, que resultan inaceptables para muchos (Cfr. Jn 6,60-67). Quieren el beneficio de las promesas sin las obligaciones.

El verdadero cristiano tiene que predicar a Cristo; ¡a Cristo crucificado! “Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo. Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan – para nosotros – es fuerza de Dios” (1 Co 1,17-18).

Por eso el que confía en Jesús y en su Palabra salvífica enfrenta las consecuencias del seguimiento con la certeza de que no está solo. Eso es una promesa de Dios, y Dios nunca se retracta de sus promesas (Cfr. 1 Pe 10,23). Esa es la verdadera “esperanza del cristiano”, que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que es “la virtud teologal por la cual deseamos y esperamos de Dios, con una firme confianza, la vida eterna y las gracias para merecerla, porque Dios nos lo ha prometido”.

REFLEXIÓN PARA LA MEMORIA OBLIGATORIA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, REINA 22-08-22

“Enaltecida por Dios como Reina del universo para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte”.

Hoy celebramos la memoria obligatoria de la Santísima Virgen María, Reina. Nuestra provincia eclesiástica nos propone las lecturas de feria, pero hoy reflexionaremos sobre las lecturas propias de la memoria.

Como primera lectura propia de la memoria, la liturgia nos presenta un pasaje del profeta Isaías (9,1-3.5-6), en el que profetiza el nacimiento de “un niño, un hijo” que viene “[p]ara dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino”. Esta lectura, que nos prefigura el nacimiento de Jesús, nos sirve de preámbulo al relato evangélico, que nos brinda uno de los pasajes más hermosos y más comentados de las Sagradas Escrituras, el pasaje de la Anunciación (Lc 1,26-38).

Este pasaje es también uno de los más ricos en contenido. Para esta memoria, nos limitaremos a los versículos 30-33: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Vemos cómo ambas lecturas tienen como denominador común que Jesús es el último y definitivo rey del linaje de David.

Para entender el alcance del Evangelio, y su relación con la realeza de la Santísima Virgen María, tenemos que entender la cultura y mentalidad judías. La tradición davídica dispone que la reina sea la madre del rey, la “Reina Madre”. Vemos así, por ejemplo, cómo en el libro primero de los Reyes (2,19), cuando Betsabé, la madre de Salomón, entró en el salón del trono para interceder en favor de Adonías, “El rey se levantó a su encuentro, hizo una inclinación ante ella (otras traducciones dicen que “se postró” ante ella), y tomó luego asiento en su trono. Dispuso un trono para la madre del rey, que tomó asiento a su derecha”. En el pueblo judío, la madre del rey era la persona más importante e influyente en el reino. También era considerada la defensora, la abogada del pueblo, la que “tenía el oído del rey” y era su principal consejera. La llamaban Gabirah, que quiere decir “gran señora”.

Por eso decimos que María es la “Reina del Universo”, título que ostenta por derecho propio, al ser la Madre del Rey, la “Reina Madre”. De ahí que el Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium (59), declara que María “fue enaltecida por Dios como Reina del universo para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte”.

Desde allí, en el trono que su Hijo ha dispuesto a su derecha, ella intercede por nosotros ante Él como nuestra abogada. Es por ello que en esa hermosa oración de la Salve decimos: “Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”. Por eso la veneramos como María Reina, no solamente hoy, sino todos los días de nuestras vidas.

¡Santa María, ruega por nosotros!

REFLEXIÓN PARA LA MEMORIA OBLIGATORIA DE SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, PADRES DE LA VIRGEN MARÍA 26-07-22

Hoy celebramos la memoria obligatoria de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María y patronos de los abuelos.

Siempre que celebramos esta memoria, muchos me preguntan en qué parte de la Biblia aparecen los nombres de Joaquín y Ana. La contestación es que los nombres de los padres de la Santísima Virgen María no surgen de las Sagradas Escrituras; surgen de la santa Tradición de la Iglesia, que junto con las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, forman las tres columnas sobre las cuales descansa la doctrina de la Iglesia Católica.

La tradición sobre los padres de Santa María se recoge, en parte, en los llamados “evangelios apócrifos”, especialmente el Protoevangelio de Santiago, el Evangelio del Pseudo-Mateo y el Libro sobre la natividad de María, este último atribuido a san Jerónimo. En todos se narra la intervención divina en la concepción de María en el vientre de su madre Ana que era estéril (relacionado con el dogma de la Inmaculada Concepción), su consagración y vida en el Templo durante su niñez, su desposorio con José y cómo este fue escogido por Dios para ser su esposo (incluyendo el porqué de la vara florecida que aparece en sus imágenes), los detalles del parto de María, así como otros eventos que conocemos, con cierto grado de licencia poética de los autores. Esto último es lo que hace que los evangelios apócrifos no se consideren “inspirados” y por tanto fueran excluidos del “canon” o índice oficial de libros del Nuevo Testamento.

Esta tradición sobre San Joaquín y Santa Ana también forma parte de la doctrina del Islam, y se recoge, no solo en su tradición, sino en su libro sagrado del Corán. El Corán dedica uno de sus primeros libros (Sura 3) a la familia de Joaquín, a quien llaman Imrán, en árabe. Otro libro del Corán (Sura 19) se dedica en su totalidad a la Virgen María y lleva su nombre. Aunque el Corán no menciona por nombre a Ana, la mujer de Imrán, la tradición islámica la llama por ese nombre.

Como quiera, en ambas tradiciones se venera a Joaquín y Ana como personas que supieron alabar y adorar a Dios en medio de la tribulación, en medio de la desesperanza causada por la esterilidad y toda la connotación negativa que eso tenía para los judíos; y el Señor los premió con una hija. ¡Y qué hija!

Hoy, al celebrar la memoria de los santos Joaquín y Ana, pidamos al Señor que acreciente en nosotros las virtudes de la fe y la esperanza, de modo que podamos aceptar y cumplir la voluntad del Padre como lo hicieron estos santos y su Hija Santa María.

¡Felicidades a todos los abuelos!

REFLEXIÓN PARA LA MEMORIA OBLIGATORIA DEL CORAZÓN INMACULADO DE LA VIRGEN MARÍA 25-06-22

“María  es siempre el camino que conduce a Cristo”.

Hoy celebramos la Memoria obligatoria del Corazón Inmaculado de María. La Iglesia, a través de la liturgia, nos recuerda que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre. Por eso celebra la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y la conmemoración del Inmaculado Corazón de María en días consecutivos, viernes y sábado de la semana siguiente al domingo después de Corpus Christi. Como dijo el papa Pablo VI: “María  es siempre el camino que conduce a Cristo”. Es a través del Inmaculado Corazón traspasado de María que podemos llegar al Sagrado Corazón de su Hijo amado. ¡A Jesús por María!

Ese corazón maternal que se conmovió ante el problema de los novios en las bodas de Caná, propiciando el primer milagro de su Hijo, está presto a conducirnos al corazón amoroso de su Hijo para que obre el milagro de nuestra salvación.

Acercarnos al Corazón Inmaculado de María es acercarnos al Sagrado Corazón de Jesús. Ambos laten al unísono; y a través de ambos fluye la misma sangre. Recordemos que por el misterio de la Encarnación, María de Nazaret concibió al Hijo de Dios en sus purísimas entrañas sin ayuda de varón. Por tanto, la estructura genética (ADN) de ambos es idéntica. Así, la sangre que se vertió en la Cruz fue también la sangre de María…

La lectura evangélica propia de la memoria (Lc 2,41-51), el episodio del Niño perdido y hallado en el templo, culmina diciendo que “Su madre conservaba todo esto en su corazón”. María meditaba y conservaba todos los misterios de su Hijo que se le iban revelando y, aunque no los comprendía del todo, sabía que formaban parte de un plan que rebasaba su entendimiento y los aceptaba como la voluntad del Padre.

De esta manera Lucas resalta la calidad de discípulo-modelo en María, la que escucha la Palabra de su Hijo y la medita en su corazón, fundiéndose amos corazones en uno. Eso permite a María seguir los pasos de su Hijo como su perfecta discípula.

Aunque la devoción al Inmaculado Corazón de María puede trazarse a los primeros siglos de la Iglesia, la misma se difundió a partir del siglo XVII, promovida por San Juan Eudes. No obstante, adquirió notoriedad cuando la Virgen de Fátima, en una aparición a la vidente Lucía Martos en 1925 le dijo: “Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y habrá paz; terminará la guerra…. Quiero que se consagre el mundo a mi Corazón Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de cada mes…. Si se cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz…. Al final triunfará mi Corazón Inmaculado y la humanidad disfrutará de una era de paz”.

El 31 de octubre de 1942, en una ceremonia solemne, el papa Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María. El 4 de mayo de 1944, el mismo papa estableció oficialmente la conmemoración litúrgica para la Iglesia universal. El papa san Juan Pablo II declaró que la misma es de carácter obligatorio, es decir, que se celebra en todo el mundo.

“¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, hasta las profundidades de Su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros!”

REFLEXIÓN PARA LA MEMORIA OBLIGATORIA DE SAN BERNABÉ, APÓSTOL 11-06-22

Hoy celebramos la memoria obligatoria de san Bernabé, apóstol. Bernabé no fue uno de los “doce” elegidos por Jesús. No obstante, desde los comienzos de la Iglesia fue considerado apóstol, primordialmente por su amplia labor apostólica y la misión que el Espíritu Santo le encomendó, según nos relata Lucas en la primera lectura de hoy (Hc 11,21b-26;13,1-39).

Bernabé era levita (de la tribu de Leví) oriundo de Chipre. Su nombre era José, pero este le fue cambiado por los apóstoles a Bernabé, que quiere decir “hijo de la exhortación”, se menciona en el libro de los Hechos de los Apóstoles por su generosidad, habiendo vendido una propiedad que tenía y puesto su importe a disposición de los apóstoles (4,36).

La lectura nos presenta a Bernabé predicando exitosamente el Evangelio en Antioquía: “como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor”. Entusiasmado por la acogida de la Palabra en Antioquía, fue a buscar a Pablo y lo trajo a esa ciudad, en donde ambos permanecieron un año. Antioquía se convirtió en el gran centro de evangelización de mundo pagano. Nos dice la lectura que en aquél lugar “había profetas y maestros”. Tan visible fue el éxito de Pablo y Bernabé en esta misión, y tan floreciente la comunidad de Antioquía, que fue allí donde por primera vez llamaron “cristianos” a los seguidores de Jesús (11,26c). Hasta entonces se les conocía como los seguidores del “Camino”.

Hemos dicho en ocasiones anteriores que el libro de los Hechos de los Apóstoles se conoce como el “Evangelio del Espíritu Santo”, porque recoge la actividad divina del Espíritu Santo en el desarrollo de la Iglesia. Así, la lectura nos dice que mientras la comunidad ayunaba y daba culto al Señor, “dijo el Espíritu Santo: ‘Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado’. Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron”. De allí partirían a evangelizar Seleucia, Chipre, Pafos, Perge de Panfilia, Iconio, Laconia y Listra, para luego regresar a Antioquía. Una lectura de los capítulos 13-15 de los Hechos de los Apóstoles nos revela la extensión de la labor apostólica de Pablo y Bernabé, y cómo el Espíritu Santo actuaba poderosamente efectuando conversiones y haciendo toda clase de milagros, y protegiéndolos, salvándolos de ser lapidados.

¡Ojalá nuestras comunidades de fe estuvieran tan atentas y dóciles al Espíritu Santo como aquella comunidad de Antioquía!

La Tradición nos presenta a Bernabé llegando a ser obispo de Milán, y martirizado alrededor del año 60 en Salamina.

“Señor Dios nuestro, la Iglesia de Antioquía, movida por el Espíritu Santo, envió a Pablo y Bernabé en misión apostólica entre paganos. Que la Iglesia de hoy, en cualquier parte del mundo, envíe buenos y celosos hombres y mujeres a anunciar el Evangelio. Llena a todos los misioneros con el Espíritu Santo y con gran fe, para que puedan tocar los corazones de los hombres y los ganen como discípulos y amigos de Jesucristo nuestro Señor” (Oración Colecta).

REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA VIGÉSIMA OCTAVA SEMANA DEL T.O. (1) – MEMORIA OBLIGATORIA DE SANTA TERESA DE JESÚS 15-10-21

Cuidado con la levadura de los fariseos (o sea, con su hipocresía).

Celebramos la memoria obligatoria de Santa Teresa de Jesús, también conocida como Teresa de Ávila. Para una reflexión sobre las lecturas propias de la memoria, les invitamos a leer nuestro comentario anterior al respecto.

Hoy comentaremos sobre las lecturas de feria que nos propone el Calendario litúrgico pastoral para nuestra Provincia eclesiástica.

Una antigua historia de los indios norteamericanos cuenta que una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas y le dijo:

“Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros”.

“Uno es Malvado – Es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego..”

“El otro es Bueno – Es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe”.

El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo:

“¿Qué lobo gana?”

El viejo Cherokee respondió,

“Aquél al que tú alimentes”.

De ese mismo modo dentro de cada uno de nosotros se libra una batalla entre dos “cristianos” distintos que habitan en nuestro interior: De un lado el “fariseo” (las raíces del fariseísmo no desaparecieron con el advenimiento del cristianismo) que se concentra en el cumplimiento ritual, “practica” los sacramentos y se le ve en todas las celebraciones litúrgicas con un aire de santidad, mientras mira con desdén, orgullo, aire de superioridad y ego engrandecido a todos los “pecadores”. De otro lado habita aquél que está siempre atento a la escucha la Palabra de Dios, permite que esa Palabra penetre en lo más profundo de su ser, haciéndole reconocer su pequeñez e incapacidad de obtener la salvación por sus propios medios y méritos, y está siempre en actitud de benevolencia, compasión, acogida y misericordia hacia los hermanos.

En la lectura evangélica de hoy (Lc 12,1-7) Jesús previene a sus discípulos (a nosotros) contra el fariseísmo: “Cuidado con la levadura de los fariseos (o sea, con su hipocresía). Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea. A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo”.

Nos está diciendo, no solo que temamos a “la levadura” de los fariseos, o sea, su hipocresía, sino que nos aseguremos de no sucumbir a la tentación de “alimentar” el fariseísmo, la hipocresía de creernos superiores a los demás, porque a la larga nuestros propios actos nos acusarán ya que “nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse”.

Esta lectura, aunque toma la forma de una diatriba en contra de los fariseos, es en realidad una invitación a que alimentemos a ese “lobo” que habita en nosotros que es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe, del que le hablaba el abuelo Cherokee a su nieto.

¿A quién vamos a temer? ¿Al “qué dirán” de los demás, o al que tiene poder para matar y después echar al infierno? En otras palabras, ¿a cuál de los dos “lobos” vamos a alimentar?