REFLEXIÓN PARA EL 20 DE DICIEMBRE DE 2022, FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO

“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.

La liturgia de hoy nos brinda uno de los pasajes más hermosos de todas las Sagradas Escrituras, si no el más hermoso y conmovedor, la Anunciación de ángel a María (Lc 1,26-38). Todavía me estremece recordar la sensación que me arropó cuando tuve la dicha de estar en la gruta de la Anunciación, en Nazaret, hace unos años. Les aseguro que aún hoy se siente la fuerte presencia del Espíritu en ese santo lugar.

Junto a esa lectura, como primera lectura, leemos la profecía de Isaías (7,10-14). la misma que leímos este pasado domingo, en la cual el profeta nos anuncia, casi siete siglos antes del suceso, el nacimiento de Jesús: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios-con-nosotros’”. Dios-con-nosotros. Dios hecho uno con nosotros. Dios humanado. Dios encarnado. Dios-en-nosotros. La culminación del plan de salvación que el mismo Dios había dispuesto desde la caída (Gn 3,15).

Y el éxito o el fracaso de ese plan de salvación dependían de una jovencita del pueblo de Nazaret llamada Mariam (María). “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Ese “hágase” de María hizo posible la culminación de la “plenitud de los tiempos” cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de Mujer” (Gál 4,4) para hacer posible la instauración de su Reino en medio de la historia humana. Su humildad y desprendimiento, productos de la virtud de la caridad, al aceptar encarnar a un “Dios-hecho-hombre”, no para ella, sino para entregárselo a toda la humanidad, dieron paso a nuestra salvación.

El lugar del “hágase” sigue siendo aquí, “hoy”, en el mundo, que es el lugar en que todos y cada uno de nosotros está en disposición de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Este es el lugar en donde el Verbo se hace carne, el lugar en que cada uno que acepta la Palabra de Dios, la pone en práctica y se deja poseer plenamente por la gracia, convirtiéndose en otro “cristo” y ofreciéndose a los demás. (Cfr. Gál 2,20).

Así María, con su ejemplo, nos sigue mostrando el camino para continuar la construcción del Reino que su Hijo vino a inaugurar. María está “aquí” para servir (“He aquí la esclava del Señor”), como lo hizo con su prima Isabel, a quien fue a servir sin pensar en los peligros del viaje, como veremos en el Evangelio de mañana.

“Hágase en mi según tu Palabra”. La plenitud de los tiempos está significada en la figura de María, que nos enseña la virtud de la espera, la escucha de la Palabra de Dios, y la colaboración con el plan de salvación dispuesto desde el principio por el Padre. Si emulamos el “hágase” de María, y lo convertimos en lema de nuestro diario vivir, podemos cambiar el rumbo tan preocupante que está tomando la historia de la humanidad.

En estos últimos días del Adviento, pidamos al Padre que nos ayude a seguir el ejemplo de María, para recibir a Jesús en nuestros corazones y nuestras vidas y compartirlo con el mundo.

REFLEXIÓN PARA EL LUNES 20 DE DICIEMBRE DE 2021 – FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO

Gruta de la Anunciación en Nazaret

Según sigue llegando a su fin el Adviento, las lecturas continúan repitiéndose, como cuando uno sabe que algo grande está a punto de suceder, y se sorprende repitiendo una frase o un nombre, producto de anticipar ese momento esperado.

La liturgia de hoy nos brinda nuevamente uno de los pasajes más hermosos de todas las Sagradas Escrituras, si no el más hermoso y conmovedor, la Anunciación de ángel a María (Lc 1,26-38). Todavía me estremece recordar la sensación que me arropó cuando tuve la dicha de estar en la gruta de la Anunciación, en Nazaret, hace unos años. Les aseguro que aún hoy se siente la fuerte presencia del Espíritu en ese santo lugar.

Junto a esa lectura, como primera lectura, leemos la profecía de Isaías (7,10-14), en la cual el profeta nos anuncia, casi siete siglos antes del suceso, el nacimiento de Jesús: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios-con-nosotros’”. Dios-con-nosotros. Dios hecho uno con nosotros. Dios humanado. Dios encarnado. Dios-en-nosotros. La culminación del plan de salvación que el mismo Dios había dispuesto desde la caída (Gn 3,15).

Y el éxito o el fracaso de ese plan de salvación dependían de una jovencita del pueblo de Nazaret llamada Mariam (María). “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Ese “hágase” de María hizo posible la culminación de la “plenitud de los tiempos” cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de Mujer” (Gál 4,4) para hacer posible la instauración de su Reino en medio de la historia humana. Su humildad y desprendimiento, productos de la virtud de la caridad, al aceptar encarnar a un “Dios-hecho-hombre”, no para ella, sino para entregárselo a toda la humanidad, dieron paso a nuestra salvación.

El lugar del “hágase” sigue siendo aquí, “hoy”, en el mundo, que es el lugar en que todos y cada uno de nosotros está en disposición de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Este es el lugar en donde el Verbo se hace carne, el lugar en que cada uno que acepta la Palabra de Dios, la pone en práctica y se deja poseer plenamente por la gracia, convirtiéndose en otro “cristo” y ofreciéndose a los demás. (Cfr. Gál 2,20).

Así María, con su ejemplo, nos sigue mostrando el camino para continuar la construcción del Reino que su Hijo vino a inaugurar. María está “aquí” para servir (“He aquí la esclava del Señor”), como lo hizo con su prima Isabel, a quien fue a servir sin pensar en los peligros del viaje, como veremos en el Evangelio de mañana.

“Hágase en mi según tu Palabra”. La plenitud de los tiempos está significada en la figura de María, que nos enseña la virtud de la espera, la escucha de la Palabra de Dios, y la colaboración con el plan de salvación dispuesto desde el principio por el Padre. Si emulamos el “hágase” de María, y lo convertimos en lema de nuestro diario vivir, podemos cambiar el rumbo tan preocupante que está tomando la historia de la humanidad.

En estos últimos días del Adviento, pidamos al Padre que nos ayude a seguir el ejemplo de María, para recibir a Jesús en nuestros corazones y nuestras vidas, y compartirlo con el mundo.

El Dogma de la Inmaculada Concepción en el Islam

Corán¿Sabían ustedes que los musulmanes reconocen la Inmaculada Concepción de la Virgen María?

“María la madre de Jesús; nació inmaculada y tuvo un hijo también inmaculado, Jesús, sin contacto carnal. María es la mujer más pura, que ha habido y habrá”. Abu l-Qasim Muhammad ibn ‘Abd Allāh al-Hashimi al-Qurashi (Mahoma)

María es el único nombre propio femenino mencionado en el Corán y aparece 34 veces (más que en el Nuevo Testamento), de las cuales 24 relacionadas con Jesús. Si bien hay relatos en el Corán que son más bien fantasiosos con respecto a la Virgen María (haciendo uso de los evangelios apócrifos añadiéndoles infinidad de detalles), basándonos en la Sagradas Escrituras y en el magisterio de la Iglesia, podemos destacar como uno de dos aspectos que nos acercan a los musulmanes, la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María, “llena de gracia” por Dios (Lc. 1, 28), había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX.

Según el Corán, la concepción de María fue la más pura y santa “Y cuando los ángeles dijeron; ¡María! Alá te ha escogido y purificado. Te ha escogido entre las mujeres del universo” (Sura 3,44).

Cuando la mujer de Imrán (Joaquín) supo que tendría un hijo hizo un voto a Dios: “Te ofrezco un voto, a Tu exclusivo servicio, lo que hay en mi seno. ¡Acéptamelo! Tú eres Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe” (Sura 3,35).

“Y cuando dio a luz una hija dijo: ‘Le he puesto por nombre Mariam (María) y la pongo bajo Tu protección contra el maldito demonio, y también a su descendencia’” (Sura 3,36).

De ésta forma no le fue posible a Satanás tocarla. Un hadith (tradición) atribuido al mismo profeta dice: “Todo hijo de Adán, es tocado por un demonio en el momento mismo de nacer. La criatura así tocada emite un grito. Solamente María y su hijo hicieron excepción de esta regla”. Se puede ver en esta preservación especial de parte de Dios una alusión al dogma cristiano de la Inmaculada Concepción.

De este modo, mientras que todos, sin excluir los mismos profetas y sus madres, nacen manchados con el pecado original heredado del primer padre, tanto el Corán como los exégetas y toda la tradición musulmana atestiguan unánimemente que Alá preservó de él a María y a su Hijo.

María Mediadora se convierte de esa manera en punto de enlace entre dos religiones… ¡Bendita seas por siempre Señora!

REFLEXIÓN PARA EL 20 DE DICIEMBRE DE 2019, FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO

Gruta de la Anunciación, debajo del altar mayor de la Basílica de la Anunciación en Nazaret; lugar donde la tradición dice que tuvo lugar el pasaje que contemplamos en el Evangelio de hoy.

La liturgia de hoy nos brinda uno de los pasajes más hermosos de todas las Sagradas Escrituras, si no el más hermoso y conmovedor, la Anunciación de ángel a María (Lc 1,26-38). Todavía me estremece recordar la sensación que me arropó cuando tuve la dicha de estar en la gruta de la Anunciación, en Nazaret, hace unos años. Les aseguro que aún hoy se siente la fuerte presencia del Espíritu en ese santo lugar.

Junto a esa lectura, como primera lectura, leemos la profecía de Isaías (7,10-14), en la cual el profeta nos anuncia, casi siete siglos antes del suceso, el nacimiento de Jesús: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios-con-nosotros’”. Dios-con-nosotros. Dios hecho uno con nosotros. Dios humanado. Dios encarnado. Dios-en-nosotros. La culminación del plan de salvación que el mismo Dios había dispuesto desde la caída (Gn 3,15).

Y el éxito o el fracaso de ese plan de salvación dependían de una jovencita del pueblo de Nazaret llamada Mariam (María). “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Ese “hágase” de María hizo posible la culminación de la “plenitud de los tiempos” cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de Mujer” (Gál 4,4) para hacer posible la instauración de su Reino en medio de la historia humana. Su humildad y desprendimiento, productos de la virtud de la caridad, al aceptar encarnar a un “Dios-hecho-hombre”, no para ella, sino para entregárselo a toda la humanidad, dieron paso a nuestra salvación.

El lugar del “hágase” sigue siendo aquí, “hoy”, en el mundo, que es el lugar en que todos y cada uno de nosotros está en disposición de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Este es el lugar en donde el Verbo se hace carne, el lugar en que cada uno que acepta la Palabra de Dios, la pone en práctica y se deja poseer plenamente por la gracia, convirtiéndose en otro “cristo” y ofreciéndose a los demás. (Cfr. Gál 2,20).

Así María, con su ejemplo, nos sigue mostrando el camino para continuar la construcción del Reino que su Hijo vino a inaugurar. María está “aquí” para servir (“He aquí la esclava del Señor”), como lo hizo con su prima Isabel, a quien fue a servir sin pensar en los peligros del viaje, como veremos en el Evangelio de mañana.

“Hágase en mi según tu Palabra”. La plenitud de los tiempos está significada en la figura de María, que nos enseña la virtud de la espera, la escucha de la Palabra de Dios, y la colaboración con el plan de salvación dispuesto desde el principio por el Padre. Si emulamos el “hágase” de María, y lo convertimos en lema de nuestro diario vivir, podemos cambiar el rumbo tan preocupante que está tomando la historia de la humanidad.

En estos últimos días del Adviento, pidamos al Padre que nos ayude a seguir el ejemplo de María, para recibir a Jesús en nuestros corazones y nuestras vidas, y compartirlo con el mundo.

REFLEXIÓN PARA EL JUEVES 20-12-18, FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO

Gruta de la Anunciación, debajo del altar mayor de la Basílica de la Anunciación en Nazaret.

La liturgia de hoy nos brinda uno de los pasajes más hermosos de todas las Sagradas Escrituras, si no el más hermoso y conmovedor, la Anunciación de ángel a María (Lc 1,26-38). Todavía me estremece recordar la sensación que me arropó cuando tuve la dicha de estar en la gruta de la Anunciación, en Nazaret, hace unos años. Les aseguro que aún hoy se siente la fuerte presencia del Espíritu en ese santo lugar.

Junto a esa lectura, como primera lectura, leemos la profecía de Isaías (7,10-14), en la cual el profeta nos anuncia, casi siete siglos antes del suceso, el nacimiento de Jesús: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios-con-nosotros’”. Dios-con-nosotros. Dios hecho uno con nosotros. Dios humanado. Dios encarnado. Dios-en-nosotros. La culminación del plan de salvación que el mismo Dios había dispuesto desde la caída (Gn 3,15).

Y el éxito o el fracaso de ese plan de salvación dependían de una jovencita del pueblo de Nazaret llamada Mariam (María). “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Ese “hágase” de María hizo posible la culminación de la “plenitud de los tiempos” cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de Mujer” (Gál 4,4) para hacer posible la instauración de su Reino en medio de la historia humana. Su humildad y desprendimiento, productos de la virtud de la caridad, al aceptar encarnar a un “Dios-hecho-hombre”, no para ella, sino para entregárselo a toda la humanidad, dieron paso a nuestra salvación.

El lugar del “hágase” sigue siendo aquí, “hoy”, en el mundo, que es el lugar en que todos y cada uno de nosotros está en disposición de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Este es el lugar en donde el Verbo se hace carne, el lugar en que cada uno que acepta la Palabra de Dios, la pone en práctica y se deja poseer plenamente por la gracia, convirtiéndose en otro “cristo” y ofreciéndose a los demás. (Cfr. Gál 2,20).

Así María, con su ejemplo, nos sigue mostrando el camino para continuar la construcción del Reino que su Hijo vino a inaugurar. María está “aquí” para servir (“He aquí la esclava del Señor”), como lo hizo con su prima Isabel, a quien fue a servir sin pensar en los peligros del viaje, como veremos en el Evangelio de mañana.

“Hágase en mi según tu Palabra”. La plenitud de los tiempos está significada en la figura de María, que nos enseña la virtud de la espera, la escucha de la Palabra de Dios, y la colaboración con el plan de salvación dispuesto desde el principio por el Padre. Si emulamos el “hágase” de María, y lo convertimos en lema de nuestro diario vivir, podemos cambiar el rumbo tan preocupante que está tomando la historia de la humanidad.

En estos últimos días del Adviento, pidamos al Padre que nos ayude a seguir el ejemplo de María, para recibir a Jesús en nuestros corazones y nuestras vidas, y compartirlo con el mundo.

REFLEXIÓN PARA EL MARTES 20 DE DICIEMBRE DE 2016, FERIA PRIVILEGIADA DE ADVENTO

Gruta de la Anunciación, debajo del altar mayor de la Basílica de la Anunciación en Nazaret.

La liturgia de hoy nos brinda uno de los pasajes más hermosos de todas las Sagradas Escrituras, si no el más hermoso y conmovedor, la Anunciación de ángel a María (Lc 1,26-38). Todavía me estremece recordar la sensación que me arropó cuando tuve la dicha de estar en la gruta de la Anunciación, en Nazaret, hace unos años. Les aseguro que aún hoy se siente la fuerte presencia del Espíritu en ese santo lugar.

Junto a esa lectura, como primera lectura, leemos la profecía de Isaías (7,10-14 – la misma que leíamos hace dos días para el cuarto domingo de Adviento), en la cual el profeta nos anuncia, casi siete siglos antes del suceso, el nacimiento de Jesús: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios-con-nosotros’”. Dios-con-nosotros. Dios hecho uno con nosotros. Dios humanado. Dios encarnado. Dios-en-nosotros. La culminación del plan de salvación que el mismo Dios había dispuesto desde la caída (Gn 3,15).

Y el éxito o el fracaso de ese plan de salvación dependían de una jovencita del pueblo de Nazaret llamada Mariam (María). “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Ese “hágase” de María hizo posible la culminación de la “plenitud de los tiempos” cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de Mujer” (Gál 4,4) para hacer posible la instauración de su Reino en medio de la historia humana. Su humildad y desprendimiento, productos de la virtud de la caridad, al aceptar encarnar a un “Dios-hecho-hombre”, no para ella, sino para entregárselo a toda la humanidad, dieron paso a nuestra salvación.

El lugar del “hágase” sigue siendo aquí, “hoy”, en el mundo, que es el lugar en que todos y cada uno de nosotros está en disposición de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Este es el lugar en donde el Verbo se hace carne, el lugar en que cada uno que acepta la Palabra de Dios, la pone en práctica y se deja poseer plenamente por la gracia, convirtiéndose en otro “cristo” y ofreciéndose a los demás. (Cfr. Gál 2,20).

Así María, con su ejemplo, nos sigue mostrando el camino para continuar la construcción del Reino que su Hijo vino a inaugurar. María está “aquí” para servir (“He aquí la esclava del Señor”), como lo hizo con su prima Isabel, a quien fue a servir sin pensar en los peligros del viaje, como veremos en el Evangelio de mañana.

“Hágase en mi según tu Palabra”. La plenitud de los tiempos está significada en la figura de María, que nos enseña la virtud de la espera, la escucha de la Palabra de Dios, y la colaboración con el plan de salvación dispuesto desde el principio por el Padre. Si emulamos el “hágase” de María, y lo convertimos en lema de nuestro diario vivir, podemos cambiar el rumbo tan preocupante que está tomando la historia de la humanidad.

En estos últimos días del Adviento, pidamos al Padre que nos ayude a seguir el ejemplo de María, para recibir a Jesús en nuestros corazones y nuestras vidas, y compartirlo con el mundo.