REFLEXIÓN PARA EL MARTES DE LA VIGÉSIMO PRIMERA SEMANA DEL T.O. (2) 23-08-16

escribas y fariseos 2

El evangelio que leemos en la liturgia de hoy (Mt 23,23-26) es una continuación del de ayer que, como expresáramos el pasado sábado, forma parte de ese discurso contra la actitud de los escribas y fariseos que Mateo pone en boca de Jesús en el capítulo 23 de su relato evangélico. Cada una de las críticas va precedida de un “¡Ay!”, que es una traducción bastante libre de la palabra griega en el original Quai, a falta de una palabra equivalente en español. Pero la palabra original lo que expresa, más que una maldición, es dolor, indignación.

Tanto el evangelio de ayer (Mt 23,13-22) como el de hoy, tienen una línea de pensamiento subyacente: Jesús desprecia con vehemencia la hipocresía de los fariseos. Personas que se quedan en los ritos externos y en el “cumplimiento” (palabra compuesta por otras dos: “cumplo” y “miento”) de unos preceptos creados por ellos mismos para su propio beneficio, mientras “descuidan lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad”. Fíjense que Jesús no condena los ritos ni la observancia de la ley (Cfr. Mt 5,18), lo que condena es el quedarse en los ritos y observancia externos sin que estos reflejen una actitud interior conforme a lo que se practica: “Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello”.

A diario vemos los “fariseos” de nuestro tiempo, esas personas que gustan de ocupar los primeros puestos en todas las actividades y celebraciones litúrgicas de la Iglesia, en la oración comunitaria, en las lecturas de la celebración eucarística, en los sacramentos; pero su vida personal, su conducta “fuera del templo”, no guarda relación alguna con esa “religiosidad” demostrada en el Templo. Son meros actores interpretando un “papel” para “las gradas”. Esa es la actitud que Jesús condena cuando dice: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno!” Es lo que el campesino puertorriqueño compara con la hoja del yagrumo, que cuando usted la ve de un lado tiene un color, pero cuando la vira del otro lado, tiene un color diferente.

Son pocas las veces que vemos a Jesús verdaderamente molesto, indignado. Aunque el evangelio no describe la actitud de Jesús cuando pronuncia las palabras que leemos en el evangelio de hoy, no resulta difícil imaginarse hasta el tono de voz que utilizó; el de una persona bien molesta, indignada, como cuando echó a los mercaderes del Templo (Jn 2,13-25).

Jesús nos está diciendo que el verdadero cristiano es una persona “genuina”, sin dobleces, transparente, que practica lo que predica. Nos está diciendo que, aunque no debemos menospreciar los ritos externos (la purificación exterior de “la copa y el plato”), estos tienen menos importancia que la pureza interior. Cuando lleguemos a ese día que nos espera a todos en que tengamos que enfrentarnos a nuestra vida, no se nos preguntará cuántas veces acudimos al templo, ni cuántas veces participamos en los ritos religiosos, ni cuánto diezmamos; se nos preguntará cuánto amamos. Como dijo san Juan de la Cruz: “A la tarde de la vida te examinarán en el amor”.

Vaticano: Cenizas de difuntos no deben esparcirse tras cremación

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“La Librería Editora Vaticana presentó recientemente la segunda edición del Rito de exequias, en la que se subraya que los católicos no deben esparcir las cenizas de un difunto luego de ser cremado, ya que esa práctica, muy de moda actualmente, es contraria a la fe cristiana. Las cenizas deben ser enterradas.

“En este documento en italiano, que fue presentado en la sede de Radio Vaticana, se ha revisado todos los textos bíblicos y de oración, y se ha incluido un apéndice dedicado enteramente a las exequias en el caso de la cremación.

“Mons. Angelo Lameri, de la Oficina Litúrgica Nacional de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), explicó que se ha colocado la cremación en un apéndice aparte para subrayar el hecho de que la Iglesia, ‘aunque no se opone a la cremación de los cuerpos cuando no se hace ‘in odium fidei’ (por odio a la fe), sigue considerando que la sepultura del cuerpo de los difuntos es la forma más adecuada para expresar la fe en la resurrección de la carne, así como para favorecer el recuerdo y la oración de sufragio por parte de familiares y amigos’.

“El texto también señala que excepcionalmente, los ritos previstos en la capilla del cementerio o ante la tumba se pueden celebrar en el lugar mismo de la cremación.

“Se recomienda además el acompañamiento del féretro a dicho lugar. De especial importancia es la afirmación de que ‘la cremación se considera concluida cuando se deposita la urna en el cementerio‘.

“Todo esto porque aunque algunas legislaciones permiten esparcir las cenizas en la naturaleza o conservarlas en lugares diversos del cementerio, ‘estas prácticas producen no pocas perplejidades sobre su plena coherencia con la fe cristiana, sobre todo cuando remiten a concepciones panteístas o naturalistas’.

“Otra de las novedades del rito de las exequias se refiere al momento de la visita de la familia, que no se contemplaba en la edición anterior. Mons. Lameri afirma al respecto que ‘para un sacerdote, es un momento para compartir el dolor, escuchar a los familiares afectados por el luto, y conocer algunos aspectos de la vida de la persona difunta con el fin de ofrecer un recuerdo correcto y personalizado durante la celebración de las exequias’.

“Otra novedad es la secuencia ritual, revisada y enriquecida, en el momento de cerrar el ataúd. Se proponen textos adecuados a diversas situaciones: para una persona anciana, para una persona joven, para quien ha muerto inesperadamente.

“Una nueva adaptación permite ahora pronunciar palabras de cristiano recuerdo del difunto en el momento de la despedida. Asimismo, se ha añadido una amplia propuesta de formularios para la oración de los fieles.

“El nuevo Rito de las exequias quiere ser también un instrumento para profundizar en la búsqueda del sentido de la muerte.

“El Obispo Alceste Catella, Presidente de la Comisión Episcopal para la liturgia de la CEI, señaló para concluir que ‘este libro atestigua la fe de los creyentes y el valor del respeto y de la ‘pietas‘ hacia los difuntos, el respeto por el cuerpo humano incluso cuando ya no tiene vida’.

“‘Testimonia la fuerte exigencia de cultivar la memoria, de tener un lugar cierto en el que deponer el cadáver o las cenizas, en la certeza profunda de que Esto es auténtica fe y humanismo auténtico’, concluyó”.

Tomado de ACIPRENSA – Ver articulo completo en:  https://www.aciprensa.com/noticias/vaticano-cenizas-de-difuntos-no-deben-esparcirse-tras-cremacion/

¿Conoces el significado de la señal de la Cruz? Las 3 hermosas verdades que contiene

Por: Daniel Prieto

Una terrible tragedia para el cristianismo ha sido, y será siempre, la separación entre el rito y el símbolo; o para ser más preciso, la tragedia se debe más bien al olvido por parte de los fieles delsignificado de los símbolos que se realizan durante los diversos ritos. Sí, porque la causa de la fracción no se da sola por arte de magia; esta nace y crece como fruto de nuestra desprovista formación. Alguno podrá objetar que no tiene tiempo para gastar en cuestiones que le competen a los teólogos y sacerdotes, pero esta es una falsa excusa que no nos exculpa. Salvando las distancias de la analogía, es como si alguien practicase un deporte que considera fundamental para su vida y del cual se profesa «fanático», y sin embargo, aseverase que no le interesa mucho, o para nada, conocer bien las reglas, la historia, las renovaciones y problemas en marcha del deporte en cuestión. ¿Quién le creería?

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Tomado de Catholic Link: http://catholic-link.com/2016/04/15/video-3-hermosas-verdades-contiene-senal-cruz/

REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA 29-02-16

NAAMAN EL SIRIO

Hoy la liturgia nos ofrece como primera lectura el pasaje del libro de los Reyes (5,1-15a) sobre Naamán, el general del ejército sirio que padecía de lepra, y una criada judía le recomendó a su esposa que fuera a Israel a ver al “profeta de Samaria”, quien lo curaría. Debemos recordar que Siria era un país que vivía en constante guerra con Israel. La sierva que dirige al general al profeta había sido llevada a Siria como esclava. El general era un hombre poderoso, pero estaba afectado por la lepra, una enfermedad catastrófica en su época (y considerada producto del pecado). A aquella sierva no le importó que hubiese sido llevada a Siria como esclava ni que aquél hombre fuera pagano. Estaba enfermo, necesitaba curación. Ella se compadeció de él, no le importó su religión, practicó la misericordia. “Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaria: él lo libraría de su enfermedad”. Se refería al profeta Eliseo.

El rey sirio envió a Naamán con una carta ante el rey de Israel para que dirigiera a su general ante el profeta. Cuando finalmente llegó ante la puerta de Eliseo “con sus caballos y su carroza” y los tesoros que había traído (como si con ellos pudiera comprar su salud), se molestó porque Eliseo ni tan siquiera le recibió, sino que mandó a decirle: “Ve a bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia”. Él se molestó porque no Eliseo no salió a recibirle y, luego de decir: “Yo me imaginaba que saldría en persona a verme, y que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasaría la mano sobre la parte enferma y me libraría de mi enfermedad”, dio media vuelta y se marchó.

Si no es porque sus siervos, tal vez por ser más sencillos, intervinieron y le dijeron: “Señor, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, lo harías. Cuanto más si lo que te prescribe para quedar limpio es simplemente que te bañes”. Naamán se bañó siete veces en el Jordán como había dicho el profeta, y quedó limpio de su lepra.

Naamán estaba acostumbrado al ritualismo pagano, vacío. El gesto sencillo de bañarse en el Jordán no tenía sentido. Le faltaba la fe. La fe es la que nos sana y nos salva. Los ritos, los sacrificios, el incienso, las fórmulas sacramentales, no tienen sentido, no tienen efecto, si nos falta la fe. Lo mismo nos pasa a nosotros al acercarnos a los sacramentos. Algo tan sencillo como bañarse en el Jordán, acompañado de la fe, podía limpiar aquél hombre de su lepra. Sus siervos le transmitieron la fe. Él creyó, se bañó, y fue sanado. No basta con creer, hay que actuar conforme a lo que creemos.

“Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio”, nos dice Jesús en la lectura evangélica de hoy (Lc 4,24-30). Se refería a la falta de fe de los suyos. El orgullo, el considerarse miembros del “pueblo elegido” les hacía creerse “salvados”. No tenían la humildad de reconocer su “lepra” y acercarse a Dios con humildad. Por eso no creyeron en Él.

En este tiempo de Cuaresma, pidamos al Señor la humildad de reconocer la “lepra” de nuestros pecados y experimentar la necesidad de volvernos hacia Él, con la certeza de que “una palabra [s]uya bastará para sanarnos”.

REFLEXIÓN PARA EL MARTES DE LA VIGÉSIMO PRIMERA SEMANA DEL T.O. (1) 25-08-15

Ay de vosotros, escribas

El evangelio que leemos en la liturgia de hoy (Mt 23,23-26) es una continuación del de ayer, que forma parte del discurso contra la actitud de los escribas y fariseos que Mateo pone en boca de Jesús en el capítulo 23 de su relato evangélico. Cada una de las críticas va precedida de un “¡Ay!”, que es una traducción bastante libre de la palabra griega en el original Quai, a falta de una palabra equivalente en español. Pero la palabra original lo que expresa, más que una maldición, es dolor, indignación.

Tanto el evangelio de ayer (Mt 23,13-22) como el de hoy, tienen una línea de pensamiento subyacente: Jesús desprecia con vehemencia la hipocresía de los fariseos. Personas que se quedan en los ritos externos y en el “cumplimiento” (palabra compuesta por otras dos: “cumplo” y “miento”) de unos preceptos creados por ellos mismos para su propio beneficio, mientras “descuidan lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad”. Fíjense que Jesús no condena los ritos ni la observancia de la ley (Cfr. Mt 5,18), lo que condena es el quedarse en los ritos y observancia externos sin que estos reflejen una actitud interior conforme a lo que se practica: “Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello”.

A diario vemos los “fariseos” de nuestro tiempo, esas personas que gustan de ocupar los primeros puestos en todas las actividades y celebraciones litúrgicas de la Iglesia, en la oración comunitaria, en las lecturas de la celebración eucarística, en los sacramentos; pero su vida personal, su conducta “fuera del templo”, no guarda relación alguna con esa “religiosidad” demostrada en el Templo. Son meros actores interpretando un “papel” para “las gradas”. Esa es la actitud que Jesús condena cuando dice: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno!” Es lo que el campesino puertorriqueño compara con la hoja del yagrumo, que cuando usted la ve de un lado tiene un color, pero cuando la vira del otro lado, tiene un color diferente.

Son pocas las veces que vemos a Jesús verdaderamente molesto, indignado. Aunque el evangelio no describe la actitud de Jesús cuando pronuncia las palabras que leemos en el evangelio de hoy, no resulta difícil imaginarse hasta el tono de voz que utilizó; el de una persona bien molesta, indignada, como cuando echó a los mercaderes del Templo (Jn 2,13-25).

Jesús nos está diciendo que el verdadero cristiano es una persona “genuina”, sin dobleces, transparente, que practica lo que predica. Nos está diciendo que, aunque no debemos menospreciar los ritos externos (la purificación exterior de “la copa y el plato”), estos tienen menos importancia que la pureza interior. Cuando lleguemos a ese día que nos espera a todos en que tengamos que enfrentarnos a nuestra vida, no se nos preguntará cuántas veces acudimos al templo, ni cuántas veces participamos en los ritos religiosos, ni cuánto diezmamos; se nos preguntará cuánto amamos. Como dijo san Juan de la Cruz: “A la tarde de la vida te examinarán en el amor”.