REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA ROSA DE LIMA, PATRONA DEL LAICADO DOMINICO DE PUERTO RICO 30-08-22

Imagen de Santa Rosa de Lima creada utilizando tecnología forense avanzada a partir del cráneo de la santa.

“El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le contestó: ‘Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús’”. (Catecismo de la Iglesia Católica 2449).

Aunque la Fiesta universal de santa Rosa de Lima es el 23 de agosto, en muchos países, como en su natal Perú y en Puerto Rico, se celebra hoy 30 de agosto. Santa Rosa de Lima fue la primera santa americana canonizada, patrona de las Américas y, al igual que Santa Catalina de Siena, a quien siempre trató de imitar, terciaria dominica. La cita del Catecismo de la Iglesia Católica que hemos transcrito resume la vida y misión de esta insigne santa de nuestra Orden. Santa Rosa de Lima también es la patrona del Laicado Dominico de Puerto Rico y, por gracia divina, pertenezco a la Fraternidad Santa Rosa de Lima en la que, al igual que ella, hice mi profesión perpetua.

Santa Rosa supo ver el rostro de Jesús en los enfermos, en los pobres, y en los más necesitados, comprendiendo que sirviéndoles servía a Jesús, y que haciéndolo estaba haciéndose acreedora de ese gran tesoro que es la vida eterna (Cfr. Mt 25,40.46). Comprendió que valía la pena dejarlo todo con tal de servir a Jesús.

Durante su corta vida (vivió apenas treinta y un años) supo enfrentar la burla y la incomprensión y combatir las tentaciones que la asechaban constantemente. Su belleza física le ganaba el halago de todos. Con tal de no sentir vanidad y evitar ser motivo de tentación para otros, llegó al extremo de desfigurarse el rostro y las manos. Cuentan que en una ocasión su madre le colocó una hermosa guirnalda de flores en la cabeza y ella, para hacer penitencia por aquella vanidad, se clavó en la cabeza las horquillas que sostenían la corona con tanta fuerza que luego resultó difícil removerla.

La lectura evangélica que nos ofrece la liturgia propia de la Fiesta (Mt 13,44-46) nos presenta las parábolas del tesoro y de la perla (dos de las llamadas “parábolas del Reino” que Mateo nos narra en el capítulo 13 de su relato):

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró”.

Rosa de Lima había encontrado ese gran tesoro que es el amor de Dios, y ya todo palidecía, todo lo consideraba basura con tal de ganar Su amor (Cfr. Flp 3,8). Por eso, aún durante la larga y dolorosa enfermedad que precedió su muerte, su oración era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”.

Cuando leemos las vidas de los grandes santos, nos examinamos y comprendemos lo mucho que nos falta para alcanzar esa santidad a la que todos estamos llamados (1 Pe 1,15). Si ellos, humanos igual que nosotros, con nuestras mismas debilidades, lo lograron, nosotros también podemos hacerlo.

Hoy, pidamos la intercesión de Santa Rosa de Lima para que el Señor nos conceda la perseverancia para continuar en el camino hacia la santidad.

REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA DECIMOQUINTA SEMANA DEL T.O. (2) 13-07-22

“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.

El evangelio que nos ofrece la liturgia de hoy (Mt 11,25-27) contiene una de mis frases favoritas de Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.

Jesús parece referirse a los “sabios” y “entendidos” de su tiempo (los escribas, fariseos, sacerdotes, doctores de la ley), quienes cegados por su conocimiento de la “ley” creían saberlo todo. Por eso eran incapaces de asimilar el mensaje sencillo pero profundo de Jesús. “Yo les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” (Mc 10,13).

Siempre que leo este pasaje evangélico pienso en Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y terciaria dominica, quien a pesar de ser mujer, sencilla, y analfabeta, logró poseer una profundidad teológica tal que le llevó a ser consejera de papas, haciéndola acreedora del título de “doctora de la Iglesia”. Ella, en su sencillez, logró compenetrarse con el misterio de Dios con la misma intensidad que un niño o niña se lanza en brazos de su padre, al punto que ya nada más existe…

Jesús nos está pidiendo que nos hagamos como niños, para que podamos conocer y reconocer al Abba que Él nos presenta: “nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Por eso escogió sus discípulos de entre la gente sencilla, creyentes que no estaban “contaminados” por el ritualismo y legalismo excesivo de los sacerdotes y fariseos. Escogió la tierra buena sobre la que estaba llena de abrojos (Mt 13,1-9; Mc 4,1-9; Lc 8,4-8).

Dios es difícil de alcanzar, nadie lo ha visto nunca. Por eso nos envió a su Hijo, quien sí le conoce, para que Él nos dé a conocer al Padre. Pero para conocer al Padre primero tenemos que reconocer nuestra incapacidad de conocerlo por nosotros mismos. Jesús nos ofrece la oportunidad de conocerle a Él a través de su Palabra, y a través de Él al Padre. Parece un trabalenguas, pero el mensaje es sencillo, como aquellos a quienes va dirigido: Él es el “Camino” que nos conduce al Padre; y quien le conoce a Él conoce al Padre (Jn 14,6-7).

Padre, Señor de cielo, en este día te pido que me des la humildad y sencillez de espíritu para reconocer mi incapacidad para conocerte por mí mismo, y para ver el rostro de tu Hijo en todos mis hermanos, especialmente los que más necesitan de tu piedad y misericordia y, a través de Él y de su Palabra, llegar algún día a conocerte.

Así comenzaremos desde ahora a tener un atisbo de ese día en que finalmente le veamos cara a cara: “Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22,4-5).

¡Qué promesa, hermanos!

Cápsula mariana – Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

En este vídeo te explicamos el origen de esta devoción tan hermosa de la Medalla Milagrosa, así como el significado de las imágenes que aparecen en la misma, y cómo la misma Virgen María instruyó a santa Catalina Labouré a acuñar la medalla, diciéndole detalladamente qué debía contener. Oh, María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti.

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REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA ROSA DE LIMA, PATRONA DEL LAICADO DOMINICO DE PUERTO RICO 30-08-21

Imagen de Santa Rosa de Lima creada utilizando tecnología forense avanzada a partir del cráneo de la santa.

“El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le contestó: ‘Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús’”. (CIC 2449).

Aunque la Fiesta universal de santa Rosa de Lima es el 23 de agosto, en muchos países, como en su natal Perú y en Puerto Rico, se celebra hoy 30 de agosto. Santa Rosa de Lima fue la primera santa americana canonizada, patrona de las Américas y, al igual que Santa Catalina de Siena, a quien siempre trató de imitar, terciaria dominica. La cita del Catecismo de la Iglesia Católica que hemos transcrito resume la vida y misión de esta insigne santa de nuestra Orden. Santa Rosa de Lima también es la patrona del Laicado Dominico de Puerto Rico.

Santa Rosa supo ver el rostro de Jesús en los enfermos, en los pobres, y en los más necesitados, comprendiendo que sirviéndoles servía a Jesús, y que haciéndolo estaba haciéndose acreedora de ese gran tesoro que es la vida eterna (Cfr. Mt 25,40.46). Comprendió que valía la pena dejarlo todo con tal de servir a Jesús.

Durante su corta vida (vivió apenas treinta y un años) supo enfrentar la burla y la incomprensión y combatir las tentaciones que la asechaban constantemente. Su belleza física le ganaba el halago de todos. Con tal de no sentir vanidad y evitar ser motivo de tentación para otros, llegó al extremo de desfigurarse el rostro y las manos. Cuentan que en una ocasión su madre le colocó una hermosa guirnalda de flores en la cabeza y ella, para hacer penitencia por aquella vanidad, se clavó en la cabeza las horquillas que sostenían la corona con tanta fuerza que luego resultó difícil removerla.

La lectura evangélica que nos ofrece la liturgia propia de la Fiesta (Mt 13,44-46) nos presenta las parábolas del tesoro y de la perla (dos de las llamadas “parábolas del Reino” que Mateo nos narra en el capítulo 13 de su relato):

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró”.

Rosa de Lima había encontrado ese gran tesoro que es el amor de Dios, y ya todo palidecía, todo lo consideraba basura con tal de ganar Su amor (Cfr. Flp 3,8). Por eso, aún durante la larga y dolorosa enfermedad que precedió su muerte, su oración era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”.

Cuando leemos las vidas de los grandes santos, nos examinamos y comprendemos lo mucho que nos falta para alcanzar esa santidad a la que todos estamos llamados (1 Pe 1,15). Si ellos, humanos igual que nosotros, con nuestras mismas debilidades, lo lograron, nosotros también podemos hacerlo.

Hoy, pidamos la intercesión de Santa Rosa de Lima para que el Señor nos conceda la perseverancia para continuar en el camino hacia la santidad.

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA 29-04-21

El 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, hice mi profesión perpetua en la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán.

Hoy es un día sumamente especial para mí. Hace exactamente quince años, el 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, y terciaria dominica, hice mi profesión perpetua en el Laicado Dominico, sucesor de la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán. El hecho de que el Señor me haya concedido la gracia de pertenecer a la misma Orden que Santa Catalina de Siena, Santa Rosa de Lima, y otros tantos santos y santas de la Orden que fueron terciarios dominicos, me impone una gran responsabilidad que trato de cumplir a cabalidad. Ruego al Señor, por la intercesión de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán, que me dé la perseverancia para llevar con dignidad el hábito de su Venerable Orden.

Aunque en Puerto Rico es memoria obligatoria, para nosotros los dominicos es Fiesta. Y para esta Fiesta litúrgica nos apartamos momentáneamente de la liturgia pascual, y contemplamos el evangelio según san Mateo (11,25-30), que se divide en dos partes, y que en cierta medida describe la vida y misión de esta gran santa. La primera parte nos permite comprender cómo una mujer, sencilla, analfabeta, pudo poseer una profundidad teológica tal que le hizo acreedora del título de doctora de la Iglesia: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Catalina de Siena nació a mediados del siglo XIV, y desde joven sintió el llamado a la vida virtuosa. En contra de las pretensiones de su padre, quien quería casarla con un hombre adinerado, ella optó por hacer voto de castidad e ingresar a la tercera orden de Santo Domingo, convirtiéndose en terciaria dominica, estado en el que permanecería por el resto de su vida. Vivió su vocación cuidando de los huérfanos, menesterosos y enfermos. Mientras tanto crecía en sabiduría a pesar de que no sabía leer ni escribir.

Su sabiduría la llevó a ser consejera de príncipes, gobernantes y papas, siendo la responsable de que el papa Gregorio XI abandonara su exilio en Aviñón y retornara a Roma. Durante su corta vida sirvió como embajadora y diplomática de al menos dos papas, el mismo Gregorio XI y Urbano XIV, quienes le encomendaron tareas bien delicadas que desempeñó con prudencia, inteligencia y eficacia. Aunque, como hemos dicho, era analfabeta, dictó libros y cartas que manifestaban la profundidad de su pensamiento teológico, el que reflejaba tal comunión con Dios que le permitía escudriñar los misterios de fe que permanecían ocultos a “los sabios y entendidos”.

Tal vez nunca lleguemos a alcanzar el grado de compenetración con el Misterio que santa Catalina logró, pero si nos abrimos al Amor incondicional de Dios, escuchamos Su Palabra, e intentamos de corazón seguir los pasos de Su Hijo, conoceremos la Verdad, y esa Verdad nos hará libres (Jn 8,32). Ese fue tal vez el secreto de santa Catalina de Siena.

Santa Catalina de Siena, ¡ruega por nosotros!…

Para una reflexión sobre las lecturas que la liturgia del tiempo pascual nos ofrece para hoy, pulsar este enlace.

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA ROSA DE LIMA, PATRONA DEL LAICADO DOMINICO DE PUERTO RICO 30-08-20

Rostro de santa Rosa de Lima, recreado de su cráneo utilizando las más adelantadas técnicas científicas y forenses.

“El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le contestó: ‘Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús’”. (CIC 2449).

Aunque la Fiesta universal de santa Rosa de Lima es el 23 de agosto, en muchos países, como el nuestro (Puerto Rico), se celebra mañana 30 de agosto, que por ser este año en domingo, no se celebra.

Santa Rosa de Lima fue la primera santa americana canonizada, patrona de las Américas y, al igual que Santa Catalina de Siena, a quien siempre trató de imitar, terciaria dominica. La cita del Catecismo de la Iglesia Católica que hemos transcrito resume la vida y misión de esta insigne santa de nuestra Orden. Santa Rosa de Lima también es la patrona del Laicado Dominico de Puerto Rico.

Santa Rosa supo ver el rostro de Jesús en los enfermos, en los pobres, y en los más necesitados, comprendiendo que sirviéndoles servía a Jesús, y que haciéndolo estaba haciéndose acreedora de ese gran tesoro que es la vida eterna (Cfr. Mt 25,40.46). Comprendió que valía la pena dejarlo todo con tal de servir a Jesús.

Durante su corta vida (vivió apenas treinta y un años) supo enfrentar la burla y la incomprensión y combatir las tentaciones que la asechaban constantemente. Su belleza física le ganaba el halago de todos. Con tal de no sentir vanidad y evitar ser motivo de tentación para otros, llegó al extremo de desfigurarse el rostro y las manos. Cuentan que en una ocasión su madre le colocó una hermosa guirnalda de flores en la cabeza y ella, para hacer penitencia por aquella vanidad, se clavó en la cabeza las horquillas que sostenían la corona con tanta fuerza que luego resultó difícil removerla.

La lectura evangélica que nos ofrece la liturgia propia de la Fiesta (Mt 13,44-46) nos presenta las parábolas del tesoro y de la perla (dos de las llamadas “parábolas del Reino” que Mateo nos narra en el capítulo 13 de su relato):

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró”.

Rosa de Lima había encontrado ese gran tesoro que es el amor de Dios, y ya todo palidecía, todo lo consideraba basura con tal de ganar Su amor (Cfr. Flp 3,8). Por eso, aún durante la larga y dolorosa enfermedad que precedió su muerte, su oración era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”.

Cuando leemos las vidas de los grandes santos, nos examinamos y comprendemos lo mucho que nos falta para alcanzar esa santidad a la que todos estamos llamados (1 Pe 1,15). Si ellos, humanos igual que nosotros, con nuestras mismas debilidades, lo lograron, nosotros también podemos hacerlo.

Hoy, pidamos la intercesión de Santa Rosa de Lima para que el Señor nos conceda la perseverancia para continuar en el camino hacia la santidad.

REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA DÉCIMO QUINTA SEMANA DEL T.O. (2) 15-07-20

“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”.

El evangelio que nos ofrece la liturgia de hoy (Mt 11,25-27) contiene una de mis frases favoritas de Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.

Jesús parece referirse a los “sabios” y “entendidos” de su tiempo (los escribas, fariseos, sacerdotes, doctores de la ley), quienes cegados por su conocimiento de la “ley” creían saberlo todo. Por eso eran incapaces de asimilar el mensaje sencillo pero profundo de Jesús. “Yo les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” (Mc 10,13).

Siempre que leo este pasaje evangélico pienso en Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y terciaria dominica, quien a pesar de ser mujer, sencilla, y analfabeta, logró poseer una profundidad teológica tal que le llevó a ser consejera de papas, haciéndola acreedora del título de “doctora de la Iglesia”. Ella, en su sencillez, logró compenetrarse con el misterio de Dios con la misma intensidad que un niño o niña se lanza en brazos de su padre, al punto que ya nada más existe…

Jesús nos está pidiendo que nos hagamos como niños, para que podamos conocer y reconocer al Abba que Él nos presenta: “nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Por eso escogió sus discípulos de entre la gente sencilla, creyentes que no estaban “contaminados” por el ritualismo y legalismo excesivo de los sacerdotes y fariseos. Escogió la tierra buena sobre a la que estaba llena de abrojos (Mt 13,1-9; Mc 4,1-9; Lc 8,4-8).

Dios es difícil de alcanzar, nadie lo ha visto nunca. Por eso nos envió a su Hijo, quien sí le conoce, para que Él nos dé a conocer al Padre. Pero para conocer al Padre primero tenemos que reconocer nuestra incapacidad de conocerlo por nosotros mismos. Jesús nos ofrece la oportunidad de conocerle a Él a través de su Palabra, y a través de Él al Padre. Parece un trabalenguas, pero el mensaje es sencillo, como aquellos a quienes va dirigido: Él es el “Camino” que nos conduce al Padre; y quien le conoce a Él conoce al Padre (Jn 14,6-7).

Padre, Señor de cielo, en este día te pido que me des la humildad y sencillez de espíritu para reconocer mi incapacidad para conocerte por mí mismo, y para ver el rostro de tu Hijo en todos mis hermanos, especialmente los que más necesitan de tu piedad y misericordia y, a través de Él y de su Palabra, llegar algún día a conocerte.

Así comenzaremos desde ahora a tener un atisbo de ese día en que finalmente le veamos cara a cara: “Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22,4-5).

¡Qué promesa, hermanos!

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA 29-04-20

El 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, hice mi promesa perpetua en la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán.

Hoy es un día sumamente especial para mí. Hace exactamente catorce años, el 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y terciaria dominica, hice mi profesión perpetua en el Laicado Dominico, sucesor de la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán. El hecho de que el Señor me haya concedido la gracia de pertenecer a la misma Orden que Santa Catalina de Siena, Santa Rosa de Lima, y otros tantos santos y santas de la Orden que fueron terciarios dominicos, me impone una gran responsabilidad que trato de cumplir a cabalidad. Ruego al Señor, por la intercesión de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán, que me dé la perseverancia para llevar con dignidad el hábito de su Venerable Orden.

Aunque en Puerto Rico es memoria obligatoria, para nosotros los dominicos es Fiesta. Y para esta Fiesta litúrgica nos apartamos momentáneamente de la liturgia pascual, y contemplamos el evangelio según san Mateo (11,25-30), que se divide en dos partes, y que en cierta medida describe la vida y misión de esta gran santa. La primera parte nos permite comprender cómo una mujer, sencilla, analfabeta, pudo poseer una profundidad teológica tal que le hizo acreedora del título de doctora de la Iglesia: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Catalina de Siena nació a mediados del siglo XIV, y desde joven sintió el llamado a la vida virtuosa. En contra de las pretensiones de su padre, quien quería casarla con un hombre adinerado, ella optó por hacer voto de castidad e ingresar a la tercera orden de Santo Domingo, convirtiéndose en terciaria dominica, estado en el que permanecería por el resto de su vida. Vivió su vocación cuidando de los huérfanos, menesterosos y enfermos. Mientras tanto crecía en sabiduría a pesar de que no sabía leer ni escribir.

Su sabiduría la llevó a ser consejera de príncipes, gobernantes y papas, siendo la responsable de que el papa Gregorio XI abandonara su exilio en Aviñón y retornara a Roma. Durante su corta vida sirvió como embajadora y diplomática de al menos dos papas, el mismo Gregorio XI y Urbano XIV, quienes le encomendaron tareas bien delicadas que desempeñó con prudencia, inteligencia y eficacia. Aunque, como hemos dicho, era analfabeta, dictó libros y cartas que manifestaban la profundidad de su pensamiento teológico, el que reflejaba tal comunión con Dios que le permitía escudriñar los misterios de fe que permanecían ocultos a “los sabios y entendidos”.

Tal vez nunca lleguemos a alcanzar el grado de compenetración con el Misterio que santa Catalina logró, pero si nos abrimos al Amor incondicional de Dios, escuchamos Su Palabra, e intentamos de corazón seguir los pasos de Su Hijo, conoceremos la Verdad, y esa Verdad nos hará libres (Jn 8,32). Ese fue tal vez el secreto de santa Catalina de Siena.

Santa Catalina de Siena, ¡ruega por nosotros!…

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA 29-04-19

El 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, hice mi profesión perpetua en la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán.

Hoy es un día sumamente especial para mí. Hace exactamente trece años, el 29 de abril de 2006, Fiesta de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y terciaria dominica, hice mi profesión perpetua en el Laicado Dominico, sucesor de la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán. El hecho de que el Señor me haya concedido la gracia de pertenecer a la misma Orden que Santa Catalina de Siena, Santa Rosa de Lima, y otros tantos santos y santas de la Orden que fueron terciarios dominicos, me impone una gran responsabilidad que trato de cumplir a cabalidad. Ruego al Señor, por la intercesión de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán, que me dé la perseverancia para llevar con dignidad el hábito de su Venerable Orden.

Aunque en Puerto Rico es memoria obligatoria, para nosotros los dominicos es Fiesta. Y para esta Fiesta litúrgica nos apartamos momentáneamente de la liturgia pascual, y contemplamos el evangelio según san Mateo (11,25-30), que se divide en dos partes, y que en cierta medida describe la vida y misión de esta gran santa. La primera parte nos permite comprender cómo una mujer, sencilla, analfabeta, pudo poseer una profundidad teológica tal que le hizo acreedora del título de doctora de la Iglesia: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Catalina de Siena nació a mediados del siglo XIV, y desde joven sintió el llamado a la vida virtuosa. En contra de las pretensiones de su padre, quien quería casarla con un hombre adinerado, ella optó por hacer voto de castidad e ingresar a la tercera orden de Santo Domingo, convirtiéndose en terciaria dominica, estado en el que permanecería por el resto de su vida. Vivió su vocación cuidando de los huérfanos, menesterosos y enfermos. Mientras tanto crecía en sabiduría a pesar de que no sabía leer ni escribir.

Su sabiduría la llevó a ser consejera de príncipes, gobernantes y papas, siendo la responsable de que el papa Gregorio XI abandonara su exilio en Aviñón y retornara a Roma. Durante su corta vida sirvió como embajadora y diplomática de al menos dos papas, el mismo Gregorio XI y Urbano XIV, quienes le encomendaron tareas bien delicadas que desempeñó con prudencia, inteligencia y eficacia. Aunque, como hemos dicho, era analfabeta, dictó libros y cartas que manifestaban la profundidad de su pensamiento teológico, el que reflejaba tal comunión con Dios que le permitía escudriñar los misterios de fe que permanecían ocultos a “los sabios y entendidos”.

Tal vez nunca lleguemos a alcanzar el grado de compenetración con el Misterio que santa Catalina logró, pero si nos abrimos al Amor incondicional de Dios, escuchamos Su Palabra, e intentamos de corazón seguir los pasos de Su Hijo, conoceremos la Verdad, y esa Verdad nos hará libres (Jn 8,32). Ese fue tal vez el secreto de santa Catalina de Siena.

Santa Catalina de Siena, ¡ruega por nosotros!…

Conferencia “Vida y pensamiento de santa Catalina de Siena”

Te invitamos a compartir esta conferencia que dictará fr. Thomas McDermott, O.P. este sábado 9 de febrero en Universidad Central de Bayamón.