Nuevo vídeo en De la mano de María Tv (YouTube): Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

En ese corto te explicamos el significado y origen de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María y por qué la celebramos el 8 de diciembre.

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Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida: Micro-reflexión para la Solemnidad de Corpus Christi (YouTube)

En este corto te explicamos el significado de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, en la que proclamamos Su presencia verdadera, real y sustancial bajo las especies de Pan y Vino.

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Nuevo vídeo en Héctor L. Márquez OP (YouTube) – Una Iglesia Trinitaria: Micro-reflexión para la Solemnidad de Santísima Trinidad

En este corto te comentamos sobre el carácter trinitario de la Iglesia, que nace de la promesa del Padre que se hace realidad en Pentecostés, a fin de que la comunidad dé testimonio de Jesús, guiados y fortalecidos por el Espíritu en su obra evangelizadora.

Nuevo vídeo en Héctor L. Márquez, O.P: (YouTube) – Recibirán el Espíritu Santo: Micro-reflexión para la Solemnidad de Pentecostés

En este corto reflexionamos sobre el papel del Espíritu Santo que los apóstoles recibieron en Pentecostés, en el desarrollo y expansión de la Iglesia por el mundo entero, y cómo este es el cumplimiento de las promesas de Jesús.

Nuevo vídeo en Héctor L. Márquez, O.P. (YouTube): Micro-reflexión para la Solemnidad de la Ascensión del Señor

En este corto te explicamos el significado de la Ascensión del Señor y cómo esta sirve de preámbulo a la celebración de la fiesta de Pentecostés.

San José y la elocuencia del silencio – con motivo de la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen – De la mano de María TV (YouTube)

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REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA 08-12-22

“En previsión de los méritos de Cristo”, María, desde el mismo momento de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de pecado.

Hoy la Iglesia universal celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

“Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles”. Con esas palabras del Papa Pío IX, plasmadas en la carta apostólica Ineffabilis Deus, quedó establecido el dogma de la Inmaculada Concepción hace 165 años, el 8 de diciembre de 1854. Este dogma de fe, uno de cuatro dogmas marianos, fue confirmado por la misma Virgen María en su aparición en Lourdes en 1858 al decir a santa Bernardita: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Del mismo modo, 24 años antes, en el año 1830, el dogma le había sido revelado a santa Catalina Labouré cuando en la tercera aparición de la Virgen de la Medalla Milagrosa, dando forma a la figura, había una inscripción: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.

Como expresa la Ineffabilis Deus, el dogma propone como verdad de fe que, “en previsión de los méritos de Cristo”, María, desde el mismo momento de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de pecado, es decir, que fue concebida y nació libre del pecado original. No hace falta entrar en grandes disquisiciones teológicas para concluir que el Hijo de Dios no podía ser concebido y gestarse en un vientre sujeto a la corrupción de pecado. Ese primer “sagrario”, esa “custodia viva”, tenía que ser pura, “llena de gracia”. Por eso Ella fue concebida inmaculada, sin mancha de pecado, sin tendencias pecaminosas, sin deseos desordenados. Su corazón totalmente puro, esperaba, ansiaba y añoraba solo a Dios. Toda esa acción milagrosa del Espíritu Santo en ella tuvo un propósito: prepararla para llevar en su seno al Salvador del mundo. Eso es lo que requiere ser la Madre del Salvador. De ahí el saludo del ángel en la lectura evangélica que dispone la liturgia para esta solemnidad (Lc 1,26-38): “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.

La gracia es la presencia personal y viva de Dios en la vida de una persona. Por eso la gracia es incompatible con el pecado. En un momento cuando aún la humanidad no había sido redimida del pecado por la pasión y muerte salvadora de Jesús, María brilla como la “llena de gracia”, escogida por Dios desde la eternidad para ser la Madre del Salvador.

María es la “mujer” de la promesa del Génesis que nos presenta la primera lectura de hoy (3,9-15.20): “establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón” (v. 15). María, la Inmaculada, la llena de gracia, se convierte así en la “nueva Eva”, madre de la “nueva humanidad” inaugurada en Cristo. Como nos dice san Ireneo: “Eva, por su desobediencia, creó el nudo de la desgracia para la humanidad; mientras que María, por su obediencia, lo deshizo…”

En este día tan especial, enmarcado dentro del Adviento, pidamos al Señor nos conceda un corazón puro que, como María, espere, ansíe y añore solo a Dios.

A PROPÓSITO DE LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Hola, hermanos. Con motivo de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María que celebraremos el 8 de diciembre, comparto con ustedes esta cápsula mariana que publicamos en nuestro canal de YouTube hace aproximadamente año y medio.

De paso, si aún no lo has hecho, te invito a suscribirte a nuestro canal, dejar un comentario en el vídeo, y compartir el enlace con tus amistades y comunidades de fe.

¡María Inmaculada, ruega por nosotros!

REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (C) 20-11-22

Hoy es el trigésimo cuarto del Tiempo Ordinario, Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo; solemnidad que marca el fin de Tiempo Ordinario y nos dispone a comenzar ese tiempo litúrgico tan especial del Adviento.

La solemnidad de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925. Quería el Papa motivar a los católicos a reconocer públicamente que la cabeza de la Iglesia es Cristo Rey. Posteriormente, se movió al último domingo del tiempo ordinario para resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal, colocándola entre un ciclo litúrgico y otro.

Todas las lecturas que nos propone la liturgia para hoy (2 Sam 5,1-3; Sal 121,1-2.4-5; Col 1,12-20; y Lc 23,35-43) nos apuntan al señorío y reinado de Jesús, con un sabor escatológico, es decir, a esa segunda venida de Jesús que marcará el fin de los tiempos y la culminación de su Reino por toda la eternidad.

La primera lectura, tomada del segundo libro de Samuel, nos presenta la unción de David como rey de Israel: “Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel”. Siglos más tarde, en el momento de Anunciación, el ángel dirá a la Virgen María: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin” (Lc 1,30-33). Jesús es el último rey de la estirpe de David, y su reino, que ya ha comenzado, no tendrá fin.

En la segunda lectura, tomada de la carta a los Colosenses, san Pablo nos reitera el señorío de Jesucristo: “Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz”.

De ambas lecturas surge claramente que el Reinado de Jesús no se rige por las normas de los reinos terrenales. Un reino que “no tiene fin”, es eterno, y en vez de convertirnos en súbditos, nos libera, según queda patente en el pasaje evangélico que contemplamos hoy, cuando el “buen ladrón” reconoce el señorío de Jesús al decirle: “acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Jesús lo reitera cuando le contesta: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.

El Reino de Jesucristo no es de este mundo, pero se inicia y se va germinando en este mundo, y alcanzará su plenitud definitiva al final de los tiempos, cuando el diablo, el pecado, el dolor y la muerte hayan sido erradicados para siempre. Entonces contemplaremos su rostro y llevaremos su nombre en la frente, y reinaremos junto al Él por los siglos de los siglos (Cfr. Ap 22,4-5). ¡Qué promesa!

Recuerda visitar la Casa de nuestro Rey; Él mismo vendrá a tu encuentro.